Lucya estaba confundida, definitivamente había escuchado con claridad lo que Vladimir le había dicho, mejor aún, sentía sus labios saboreando los de ella, y aún así no quería creerlo, no podía creer que el zar de la mafia rusa, un hombre poderoso y apuesto, inteligente e intrépido, se fijara en ella de esa manera, aunque nunca había tenido dudas o inseguridades, sin embargo sentía que al lado de Vladimir desentonaba, si él era como el mismo sol, y ella como una noche, se decía tantas cosas del líder del clan, como que no tenía piedad por nada ni por nadie, y ella sí que fue testigo de aquello, pues apenas era una niña cuando él la desterró, y aun así, su corazón no tembló al dar la orden, en cambio ella, aún creyendo en las palabras de Vladimir, y en los hechos recientes que le demostraban que Emiliano era un infiltrado, aún así se preocupaba por aquel joven que conocía desde hace años, quería buscar la manera de que regresara a Norteamérica, porque estaba segura que si Vladimir conse
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