Algo no estaba bien, Dima lo sabía, y no era precisamente el hecho de que Lev quería ingresar, a como diera lugar, al cuarto donde era más que obvio que Vladimir estaba follando a Lucya.
—Por un demonio, ¿quieres tranquilizarte?
Dijo el pelinegro completamente fatigado, y sorprendiéndose de que su hermano no se hubiese percatado de su presencia luego de todo el ruido que habían hecho, pues en verdad Dima trataba de contener a Lev, y en el proceso varios muebles habían resultado afectados.
—Lo voy a matar, te juro que lo voy a matar. —escupió entre dientes Lev, para luego simplemente salir azotando la puerta, algo que al fin le anunció a los tórtolos que se estaban dando cariño en la habitación que ya no estaban solos.
—¿Qué demonios? —exclamó Vladimir, apareciendo frente a su hermano, completamente desnudo, pero cargando un arma.
—Tarde hermanito, demasiado tarde, nunca creí que perdieras tu enfoque de esa manera, si hubiese sido un asesino ya estarían muertos. —regañó Dima cruzándose