El eco de las voces masculinas se filtraba por el sistema de ventilación del búnker. Vicky estaba sentada en el suelo, con Tory dormida sobre sus piernas, cuando escuchó el sonido metálico de una puerta abriéndose arriba. Contuvo el aliento. Reconocería esas voces en cualquier lugar. —Papá… —susurró, temblorosa. Tory se movió, restregándose los ojos con sueño. —¿Qué pasa, mami? —balbuceó. —Nada, amor, vuelve a dormir —intentó calmarla, acariciándole el cabello, aunque su propio corazón latía con fuerza descontrolada.El murmullo se volvió más claro. Michael, Peter, Patrick… y otra voz grave, poderosa, imposible de confundir. —¡Bisabuelo! —exclamó de repente Tory, al reconocer el tono ronco y firme de Mike Falcone.Antes de que Vicky pudiera detenerla, la niña corrió hacia la escotilla, empujándola con ambas manos. —¡Tory, no! —gritó, pero ya era tarde.Martínez, que estaba apostado en el pasillo, trató de sujetarla, pero Vicky lo interceptó con un empujón. —¡No la toques! —advi
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