Logan exhaló un suspiro, miró a Lucía marcharse de la cafetería, ladeó la cabeza hacia un lado y soltó una risita. Muy a su pesar, tenía que reconocer que ella tenía carácter y una tenacidad inquebrantable. No, de hecho, no era solo tenacidad. Cualquier otra mujer, similar a Lucía, no hubiera siquiera titubeando en aceptar una recompensa. Estaba seguro que otra mujer hubiera sacado provecho de todo, sin importarle en lo absoluto nada más que hacerse con dinero, ropas caras, joyas y lo que fuera que él ofreciera. Pero allí estaba Lucía Rossi, una profesora de música de una escuela pública, una mujer ordinaria, una mujer que se vestía con ropas anticuadas, pasadas de moda y holgadas… Sí, Logan sabía que ella podía ser todo lo anterior, pero contra cualquier prejuicio, él tenía que reconocer que nunca había conocido a una mujer con tal dignidad como Lucía Rossi. Eso decía mucho de quién era en realidad la mujer y Logan, muy en el fondo de su ser, tuvo que reconocer que le agradaba que el
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