—Acabo de preparar la cena y quisiera que, al menos esta noche, todo fuera normal —suplicó su amiga—. Seamos una familia feliz; una suegra que ama a su yerno, un yerno que ama a su suegra, y punto.Con esas palabras terminó, animando a todos a dirigirse al comedor, excepto a la madre de Juliette, que se quedó frente a mí, observándome con suspicacia.—Conozco a los chicos como tú. De ese mundo tuyo de celebridades, dinero, drogas y alcohol —continuó—. Ustedes no piensan en nadie más que en sí mismos y, cuando consiguen lo que quieren, desechan a las mujeres.—No sé quién le hizo tanto daño, señora —respondí, y de inmediato su expresión cambió a una de esas que parecen querer degollarte ahí mismo—, pero tendrá que esperar a que yo termine con su hija, porque ella no es mi novia, es mi esposa, y nunca me dejará.Pasé junto a ella, dejándola allí sin darle la oportunidad de replicar. No tenía ganas de escuchar más de sus palabras ponzoñosas.En el comedor no pude sentarme al lado de Juli
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