Cuando mi padre llegó, se encerró con mi madre en el despacho, intenté escuchar de qué estaban hablando, pero esa sirvienta entrometida María, no se me despegaba ni por un minuto, así que tuve que disimular y fingir que sólo pasaba por allí y lo único que escuché, fue que mi padre vociferaba algo en contra de Doña Hipólita, que no logré entender, pero que tenía que ver con el pasado de mi madre, ellos no sabían que yo estaba enterada de que mi madre fue hija ilegítima del antiguo Regidor de la ciudad, al parecer ese señor, a quien no me nacía llamar abuelo, no pudo tener hijos con su esposa, pero a cambio fue preñando a sus queridas, dejando al menos dos hijas regadas con diferentes mujeres, una de ellas mi madre, que fue reconocida por el hombre cuando éste se encontraba en su lecho de muerte, y una hija que tuvo con una mujer indígena, de la que estaba prohibido hablar en esta casa, ya que se decía que había sido condenada por la Santa Inquisición y lo peor de todo era que su propio
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