—¡Alice! —la menciona Damián, intentó detenerla nuevamente, pero ella cerró la puerta de un portazo, impidiendo que eso sucediera. Damián, del enojo, empuña su mano derecha y golpea fuertemente la puerta, para luego recostar su frente en la madera fina y allí soltar un suspiro; se siente cansado —yo… —intentó decir algo, pero su orgullo lo consume, y tensa su mandíbula, se limita a abrir su corazón.Alice Cooper camina por el pasillo que conduce al ascensor, sentía su alma desarmarse lentamente, la mirada de Damián, una distinta como si su corazón le hablara y le dijera "no te vayas". Pero no lo puede olvidar, no puede olvidar todo lo que pasó, es algo que la consume y la hace sentir insignificante, como si no valiera como mujer.Al llegar al ascensor, Alice espera impaciente que las puertas se abran, necesita irse, necesita estar lejos de él para pensar mejor las cosas, pero escucha que alguien detrás suyo aplaude, y ella voltea a mirar quién es. —Pero qué espectáculo has dado, señora
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