MELISAMe despierto con una punzada en la cabeza. El sol entra por la ventana y calienta mi piel, pero no ahuyenta el escalofrío que me recorre el cuerpo. Me estiro en la cama, y las imágenes de anoche reviven en mi mente. Están tan vívidas que puedo sentir el asqueroso peso de ese hombre sobre mí, escuchar la explosión que estalló su cabeza y, de repente, la calma que sentí en los brazos de Kostas.Él no está en la cama, pero mi piel se estremece cuando recuerdo su pecho contra mi espalda, el calor que irradiaba, la suavidad de su mano. Pienso en la conversación que tuvimos, en cómo comimos en silencio en la cama, y en cómo un hombre tan peligroso, tan poderoso, puede ser tan tranquilo.No quiero que Kostas me cause este tipo de sensaciones, pero es inevitable. Es un hombre atractivo, peligroso y, sin embargo, siento una extraña atracción por él. Con un suspiro, me levanto de la cama. Necesito un baño, y no tengo otra opción que usar una de sus camisas, otra vez.Cuando llego a la me
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