Stu y C jugaban naipes riendo a carcajadas, multándose con las preguntas más vergonzosas que se les ocurrían, olvidados del universo. Hasta que C dijo algo que Stu no comprendió, y al alzar la vista, la encontró mirándolo con los ojos muy abiertos.—¿Qué? —preguntó.Ella volvió a hablar y él frunció el ceño, porque tampoco entonces la comprendió. C se cubrió la boca, su expresión a mitad de camino entre el susto y la risa.—¿Qué ocurre, nena?C se señaló la boca y tentó una o dos palabras que él tampoco entendió. Y en el preciso momento en que Stu se preguntaba si tantas flores, baile y risa estaban afectando sus facultades cognoscitivas, ella estalló en carcajadas.—¡Español! —exclamó.Los labios de Stu dibujaron un “oh” silencioso. —¿No puedes hablar inglés? —preguntó, para asegurarse.Ella meneó la cabeza, terminó su cerveza de un trago y se levantó, volviendo a reír al dirigirse a la cocina.—¿Estás bien, nena? —le preguntó
Leer más