—No queda de mí más que este cascarón vacío, un pozo sin fondo que ruega ser alimentado, ser llenado. Y estoy convencido de que tú puedes ayudarme. —Buscaste mis ojos con una mirada intensa, penetrante, como si quisieras leer en mi alma. Tu acento era tenso, casi rabioso—. Eres la única persona en todo el condenado mundo que se atrevería a enfrentar este agujero negro en mi interior. Y sé que lo que voy a decirte supura egoísmo, pero es la verdad: necesito que te abras, nena. Necesito que liberes esa marejada en tu interior, que la dejes salir y que me ahogue si es preciso. Me ayudará a llenar este vacío espantoso que me está matando por dentro. —Apoyaste tus manos a ambos lados de mi cara para que no rehuyera tus ojos—. Necesito que me ames, me nutras, me hables, me escuches. Que me detestes y me escribas, me acunes. Que me ignores, me cantes, me abraces con todas tus fuerzas y me ames aún más. Para que me mantengas entero, para evitar que me derrumbe. Y sé que no tengo derecho a p
Leer más