Olimpia se habìa resignado, habìa entendido que ese destino era lo mejor para su hija. Constanza lo querìa asì, al igual que todos. No era el final màs hermoso, pero si el màs seguro. No tendrìa que sufrir por amor, aquel que puede llegar a quitar tanto, incluso la vida, pensò a Artemisa y su amor prohibido. No tendrìa que vivir en miseria porque el amor no daba dinero, pero la conveniencia si. Su hija seguirìa con aquello que ella habìa comenzado, poder, riqueza, libertad. Parece que no has dormido en días- Dijo Celestina como saludo su hermana, en realidad en sus ojos sí se veía el cansancio y las ojeras eran tan negras como las moras que había recogido ese día en el huerto del convento. - No lo he hecho hace dos días Ricardo recibió las primeras propuestas de matrimonio para Constanza, ayer estuvimos revisandolas hasta tarde- Incluso su voz se sentía cansada como si todo su espíritu se estuviera consumiendo y necesitará un descanso de todo,no solo de las cartas, no solo del dí

La mesa de caoba en el salón con vistas al jardín estaba adornada con un mantel bordado en donde reposaban el centro de mesa con flores silvestres, las frutas, el pan trenzado y las variedades de queso con uvas frescas en las vajillas de la màs fina porcelana china. - El vino mejor de toda la cava- dijo Francisco mostrando la botella. - Claro que es el mejor- dijo Ricardo entre risas.- Es mio - En efecto.- respondió seriamente Francisco Después de la cena tomaron un poco más de vino acompañados con galletas dulces mientras eschuchaban a Francisco tocar el violín. Él tocaba cada nota como si fuera el dios Apollo en persona a sonar la melodía, la miraba fijamente a los ojos, confiado en que no se equivocaría, que no tensaría la cuerda más de lo justo, que frotarìa con la fuerza precisa el arco y la resina lo harìa resbalar lo justo, la miraba como si ella no tuviera màs opción que rendirse a sus pies, como si él estuviera desnudandola mientras hacía gemir el instrumento en sus m

La cena fue tranquila y acogedora, con un consomé de ternera aromatizada con laurel y un pollo asado con limón y romero. La noche traía consigo un viento helado y la familia Medici y Panfili degustaban el postre de galletas de anís y lavanda acompañadas de vino rojo mientras Francisco tocaba el violín, la sinfonía que había estado ensayando en la biblioteca. - Esto es una pieza única, composición de Francisco de Medici- dijo Francisco cuando terminó de sonar colocando el violín a un lado. Era su última confesión de amor, una pública pero en secreto. El había escrito esa melodía para ella, la llamaba Constante Caminar, claro, las notas eran rápidas y después lentas y después la melodía se volvía oscura y las notas bajaban los escalones despacio y con elegancia, gritaban y sussurraban al viento. Al día siguiente el carruaje partió con la familia Panfili hasta llegar a su hogar. - Nunca probé las moras- pensó Constanza mientras el carruaje se movía rumbo al horizone Llegaron u

Marco partiò para la Villa la mañana siguiente, cargado de esperanzas que se desvanecieron en cuanto puso pie en la habitaciòn de Olimpia. Las cortinas parecían gruesas, la luz de las velas reflejada en ellas hacían la ilusión que la estuvieran quemando, la caoba preciosa no parecía tan robusta, ni tan rojiza, la habitación estaba muriendo igual que Olimpia. Señor....- Marco fue interrumpido mientras salía de la habitación de Olimpia - Solo Ricardo, porfavor- intentó una leve sonrisa pero toda su energia estaba siendo consumida. Constanza se unió a ellos para escuchar el veredicto. - Ricardo, Olimpia....- se voz se quebrò, hubiera querido que la noticia fuera màs alegre. - la tuberculosis es mortal....- otra pausa acompañada de un suspiro- lo siento. - Marco- respiró profundo, los ojos se humedecieron- No es tu culpa, gracias por haber venido. - Ricardo- dijo antes de comenzar a recoger todo para volver a marcharse- la enfermedad no es contagiosa, si quieres visitarla pu

La fiesta de la vendemia fue todo un evento, música, vino, comida simple, no fue un banquete, solo pan fresco, algunos quesos y el vino, el de la casa obviamente. Constanza podía escuchar la música mientras paseaba por el pequeño jardín interior, ese con la fuente de Diana que la apuntaba con una flecha, anteriormente le había apuntado a su madre y parecía que esta vez era su turno. - Constanza- esa era la voz de su padre, ella se enderezó, respiró profundo y miró por última vez a Diana antes de girarse con una sonrisa para encontrar la de su padre, tan falsa y perfecta- Èl es Luca Ludovi y él es su hijo. - Ludovico Ludovi- él dió un paso adelante y le tomó su mano para besarla. Sus cabellos largos color chocolate, ondulados, aún más en la parte del final, donde se convertían en bucles desordenados, también se inclinaron - Encantado- dijo mirandola con sus ojos de chocolate amargo, nuevamente totalmente derecho, era más alto que ella, bastante más alto, pero no demasiado como pa