El vuelo de Zúrich a Madrid nunca había sido tan eterno. Sebastián había conseguido asiento en jet privado que Javier había fletado de emergencia, pero incluso a velocidad máxima, las dos horas y media se sentían como años comprimidos en espacio claustrofóbico.Su tablet descansaba sobre sus rodillas, mostrando actualizaciones constantes de Javier:"Danaé en cirugía. Trauma craneal severo. Pronóstico incierto.""Bebé estable. Ultrasonido muestra latido cardíaco normal. Es milagro.""Conde Rodrigo aquí. Está... diferente. Roto de forma que nunca había visto.""Policía revisando cámaras de seguridad. Marco dejó pista deliberada. Dicen que QUIERE ser encontrado."Sebastián cerró los ojos, la imagen de Danaé sangrando en el suelo de su habitación grabándose en su mente aunque no la había visto personalmente. Danaé, quien lo había abandonado en hospital después del accidente, quien había conspirado con Iván, qu

La lluvia golpeaba el parabrisas del Bentley con furia que reducía la visibilidad a metros. Sebastián conducía por carretera rural sin iluminación, siguiendo coordenadas GPS que lo llevaban cada vez más profundo en campo segoviano, donde civilización era memoria lejana.Mansión Velasco apareció como esqueleto contra cielo tormentoso: paredes de piedra desmoronándose, ventanas rotas como cuencas oculares vacías, jardines que alguna vez fueron elegantes ahora devorados por maleza salvaje. El coche de Marco —Seat León plateado con matrícula que coincidía con reportes policiales— estaba estacionado en ángulo irregular frente a entrada principal, puerta del conductor todavía abierta como si hubiera salido corriendo.Sebastián detuvo el Bentley a veinte metros de distancia, apagando motor. El silencio inmediato fue ensordecedor, roto solo por tamborileo constante de lluvia sobre metal.Su tablet mostró mensaje de Javier:"Unidad táctica 15 minutos fuera. ES

La mañana en Zúrich amaneció con cielo despejado que contrastaba violentamente con la tormenta interna de Cassandra. Había logrado dormir tres horas después del incidente del baño, pero su sueño había estado plagado de pesadillas donde Sebastián miraba ultrasonidos de bebés sin rostro mientras Richard susurraba números de probabilidad genética como sentencia de muerte.El golpe en su puerta llegó a las siete en punto. Demasiado temprano para ser servicio de habitación.—Cassandra, soy Richard. Necesitamos hablar.Ella consideró no responder, pero la determinación en su voz sugería que esperaría ahí hasta que abriera.Se arrastró de la cama, envuelta en bata de hotel, y desbloqueó la puerta. Richard entró con maletín médico negro que no había traído la noche anterior.—Buenos días para ti también —murmuró Cassandra, dejándose caer en el sofá.—Pasé la noche revisando tu historial médico. —Richard abrió el maletín, sacando kit de análisis de sangre—. Como tu médico tratante durante la e

El abrazo de despedida con Elena había durado tres minutos completos, su madre aferrándose como si temiera que Cassandra desapareciera si la soltaba. Las enfermeras esperaban discretamente en el pasillo mientras madre e hija se mecían en silencio, comunicándose en el lenguaje universal de mujeres que habían sobrevivido demasiado juntas.—Tráelo contigo la próxima vez —había susurrado Elena cuando finalmente se separaron—. Quiero conocer realmente al hombre que eligió mi hija. No al que mi memoria rota construyó.Cassandra había asentido, incapaz de confiar en su voz, y había salido antes de que las lágrimas la traicionaran completamente.Ahora, a treinta y cinco mil pies sobre Francia, miraba las nubes por la ventana del jet privado que Richard había insistido en proporcionar. Él no venía —había respetado ese límite después de su pelea— pero el avión era suyo, el piloto era suyo, incluso la azafata que ofrecía agua con gas cada veinte minutos era suya.Un último recordatorio de que Ri

Cassandra leyó el informe genético tres veces, cada pasada haciendo que las palabras se volvieran más reales, más aterradoras, más imposibles de ignorar.FOXP2. Cromosoma 7q31. Transmisión autosómica dominante. Probabilidad 60-65% en descendencia masculina.Su cerebro médico procesaba la información automáticamente: gen crítico para desarrollo del habla, mutación patogénica confirmada, expresividad variable ligada al sexo. Las palabras técnicas que había estudiado en la escuela de medicina de repente tenían rostro, nombre, consecuencias que la tocaban personalmente.Su bebé. Su hijo —si era varón— tenía casi dos tercios de probabilidad de nacer sin poder hablar nunca.Levantó la vista de la tablet, encontrando a Sebastián observándola con expresión que mezclaba culpa, miedo y algo que se parecía peligrosamente a resignación.—¿Cuándo lo supiste? —Su voz salió más fría de lo que pretendía.Sebastián alcanzó su propio dispositivo, escribiendo:Día que volaste a Suiza. Resultados llegaro