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La mansión estaba oscura excepto por luces exteriores de seguridad cuando llegaron. Javier se estacionó en la entrada circular, salió para abrir puertas, y luego se desvaneció con la maleta de Cassandra murmurando algo sobre "dejarlos hablar en privado."

Cobarde, pensó Cassandra con afecto.

Sebastián abrió la puerta principal, el sistema de seguridad pitando su bienvenida. Las luces se encendieron automáticamente, revelando interior que Cassandra había extrañado más de lo que quería admitir: escalera de mármol, araña de cristal, olor familiar a madera pulida y las velas de vainilla que el ama de llaves insistía en quemar.

Casa. Esto era casa de formas que la suite de hotel en Zúrich nunca había sido.

—¿Quieres algo de beber? —preguntó Cassandra, necesitando algo que hacer con sus manos—. ¿Agua, café...?

Sebastián negó con la cabeza, señalando la sala de estar. Entraron, él cerrando las puertas corredizas de vidrio detrás de ellos para privacidad que nadie más necesitaba testificar.

Se
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