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Capítulo 2: El juego comienza.

El día siguiente llegó con una mezcla de ansiedad y expectativas para Valeria. La ciudad despertaba lentamente bajo un cielo grisáceo, pero en su mente el torbellino de emociones no cesaba. Por un lado, la promesa de un futuro brillante en su carrera junto a Alexander Reyes; por otro, la calidez reconfortante que Marcelo le ofrecía, esa sensación de normalidad que parecía tan lejana en su mundo actual.

Apenas entró a la oficina, una secretaria se acercó con una expresión inusual.

—La señorita Valeria, el señor Reyes desea verla en su despacho. Ahora mismo.

Su corazón se aceleró, no sabía qué esperar. Subió en el ascensor con la mente en mil pensamientos.

Cuando la puerta del despacho se abrió, Alexander estaba de pie, mirando por la ventana, con las manos cruzadas detrás de la espalda. Sin voltear, la llamó:

—Entra, Valeria.

Ella obedeció, cerrando la puerta tras de sí.

—Tengo una propuesta —dijo él finalmente, girando hacia ella—. Quiero que formes parte del consejo directivo. No muchos llegan a este nivel tan rápido, y menos mujeres.

El orgullo la invadió, pero la sorpresa también.

—¿De verdad? —respondió, intentando no dejar ver su emoción—. Es un honor, señor Reyes.

Él la observó con intensidad.

—Quiero que entiendas que eso implica compromiso total. No habrá espacio para distracciones. Tu vida girará en torno a esta compañía, a mis expectativas.

Un escalofrío recorrió a Valeria. La palabra “compromiso” sonaba tan fría y absoluta viniendo de él, pero había algo en su mirada que no admitía discusión.

—Lo entiendo —dijo firme—. Estoy lista para darlo todo.

Alexander sonrió levemente, un gesto raro en él.

—Bien. Te estaré observando muy de cerca.

Antes de que pudiera decir algo más, sonó su teléfono. Era Marcelo.

—Disculpa, debo atender esta llamada —dijo y salió del despacho, tratando de no mostrar la ansiedad que sentía.

Mientras caminaba hacia la cafetería, Valeria repasaba en su mente la conversación. Formar parte del consejo directivo era un salto gigantesco. Sin embargo, la advertencia de Alexander no la dejaba tranquila. ¿Qué esperaba realmente de ella?

Se sentó en una mesa junto a la ventana, sacó el teléfono y vio el mensaje de Marcelo:

”¿Quieres cenar en mi lugar favorito esta noche? Tengo algo importante que contarte.”

Su pulso se aceleró. ¿Qué sería tan importante? La noche anterior ya había dejado una puerta abierta, y ahora esa invitación parecía cargar un significado distinto.

Al caer la tarde, Valeria se encontró en un restaurante íntimo, iluminado por velas y decorado con detalles rústicos que hacían que el tiempo pareciera detenerse.

Marcelo llegó con una sonrisa amplia y una botella de vino bajo el brazo.

—¿Lista para una noche diferente? —preguntó, tomando su mano con suavidad.

Ella sonrió, sintiendo que por primera vez en mucho tiempo podía respirar sin la presión del mundo empresarial.

Mientras cenaban, Marcelo habló de su nuevo proyecto: una startup enfocada en tecnologías sostenibles, un sueño que quería compartir con ella.

—Quiero que formes parte de esto —dijo con sinceridad—. No solo como amiga, sino como socia, compañera.

Valeria sintió que esa propuesta era un oasis de esperanza, una vía para mantener su independencia y a la vez construir algo con alguien que realmente confiaba en ella.

Pero justo cuando la velada parecía perfecta, su teléfono vibró con una llamada entrante. Era Alexander.

Miró a Marcelo, dudando si contestar.

—Ve —dijo él con un gesto tranquilizador.

Valeria respondió, intentando sonar profesional.

—¿Sí, señor Reyes?

—¿Dónde estás? —preguntó él sin rodeos—. Necesito que vengas a la oficina. Hay algo urgente que debemos resolver.

—Estoy con un compromiso… —intentó explicar.

—Valeria, esto no puede esperar. Confío en que entiendas la prioridad.

Cortó la llamada sin darle opción.

Marcelo la miró con una mezcla de comprensión y preocupación.

—Ese hombre ya está ocupando tu mente y tu tiempo —dijo con sinceridad—. ¿Estás segura de que puedes manejarlo todo?

Ella suspiró, sintiendo que su mundo empezaba a dividirse peligrosamente.

Al llegar a la oficina, Alexander la esperaba con una carpeta llena de documentos.

—Estamos ante una oportunidad que puede cambiar el rumbo de la compañía —explicó—. Pero necesito que estés conmigo en cada paso. Nada puede salir mal.

Mientras repasaban los detalles, Valeria notó que la atención de Alexander no estaba solo en el trabajo. Sus ojos se posaron en ella con una intensidad que iba más allá de lo profesional.

—Hay algo en ti que me intriga, Valeria —confesó en voz baja—. No permito que nadie se me acerque tan fácilmente. Eres diferente.

Un silencio tenso se instaló entre ellos.

Ella quiso responder, pero las palabras se atoraron en su garganta.

Al salir del despacho, Valeria caminaba por el pasillo con la mente en caos. La mezcla de poder, deseo y control era demasiado abrumadora.

De repente, recibió un mensaje inesperado: “Nos vemos mañana, Valeria. Te sorprenderé.”

Firmado: Alexander.

Sabía que estaba entrando en un juego peligroso, donde las reglas las dictaba un hombre que no aceptaba un “no” por respuesta.

Y mientras tanto, Marcelo esperaba, dispuesto a ser el refugio que ella necesitaba, o tal vez, algo más.

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