Capítulo 40. El enviado.
Capítulo 40. El enviado. Nunca pensé que después de todo lo que había pasado, después de los rumores, del incendio frustrado y de la confesión que había hecho, las cosas fueran a complicarse todavía más. Pero de nuevo estaba equivocada. Los días siguientes intenté mantener una rutina normal en la cafetería. Abría temprano, limpiaba, servía desayunos y cafés a los pocos clientes que aún se atrevían a entrar. Aun así, el ambiente seguía cargado, como si todos esperaran que algo malo volviera a ocurrir. Y yo, aunque lo intentara, no podía quitarme esa sensación de encima. Una noche, cuando ya estaba cerrando y apilaba las sillas, escuché un golpe en la puerta. Era tarde, demasiado tarde para que fuera un cliente. Me tensé de inmediato. Aún tenía el recuerdo fresco de la turba, así que mi primer instinto fue no abrir. Pero el golpe se repitió, más suave esta vez. Me acerqué despacio, con el pestillo todavía puesto, y miré por la pequeña ventana. Allí estaba un hombre que no reconocí.
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