Capítulo 22. Un nuevo apellido Cuando terminó la feria, el pueblo volvió a la rutina de siempre. Las calles ya no estaban llenas de puestos, música y gente de fuera. De nuevo podía caminar sin que todo el mundo me mirara con recelo. Había pasado un mes desde mi llegada y, la verdad, es que se me había pasado rápidamente. Con todas las transformaciones que había sufrido, el libro que me había dado Clara, las conversaciones con ella y las veces que salíamos a hacer recados juntas, sentí que empezaba a tener algo parecido a una vida normal. El libro fue más útil de lo que pensé. No era una novela ni un simple manual: hablaba de seres sobrenaturales, de sus costumbres, habilidades y debilidades, y también incluía fragmentos sobre mi propio linaje. A veces leía un capítulo por la noche y me quedaba pensando en lo que decía, intentando encajar esos datos con lo poco que sabía de mi linaje. Clara estaba encantada de que lo leyera. Hubo incluso párrafos que me marcaron. En uno hablaba de

Capítulo 24. Un lazo que no muere. Pov Alaric: El camino de regreso a la manada fue más largo de lo que había calculado. La nieve hizo que el viaje se hiciera eterno. No podía quitarme de la cabeza la sensación que tuve en el pueblo humano. Aylin estaba allí. No la vi con mis propios ojos, pero mi instinto no me engaña. La sentí. Por un instante la tuve cerca y después desapareció como si la tierra se la hubiera tragado. Conduje sin detenerme demasiado, con la mandíbula apretada. Mi cabeza repasaba una y otra vez lo que había hecho: buscar en la cafetería, recorrer las calles, quedarme horas esperando. Nada sirvió. Ella no quiso mostrarse. Y si decidió esconderse, es porque no estaba lista para verme. Me dolió aceptarlo, pero no iba a darme por vencido. No ahora. No después de haberla sentido tan cerca. Cuando crucé el límite de la manada, el guardia de la entrada me saludó con respeto. No me preguntó nada, solo me abrió el paso. Me dirigí directo a la casa principal. Quería sabe

Capítulo 26. Más fuerte que el miedo. Han pasado dos días desde que Alaric se marchó del pueblo. No lo he vuelto a ver desde aquella noche y, aunque sé que en cualquier momento puede regresar, no pienso quedarme paralizada esperándolo. He decidido que necesito hacer mi vida con normalidad. Ya pasé demasiado tiempo escondida y no quiero volver atrás. Clara insiste en que me concentre en el trabajo, en mis horarios, en mantener rutinas sencillas. Tiene razón. Si me dejo atrapar por los recuerdos, por lo que podría pasar, no voy a avanzar nunca. Trabajo en la cafetería por las mañanas y a veces también por las tardes. El ambiente sigue siendo el mismo: clientes habituales, niños que entran a comprar dulces, parejas que vienen los fines de semana. Ian continúa viniendo casi a diario. Me sonríe, me hace comentarios cortos que me hacen reír y, poco a poco, he ido sintiéndome cómoda con él. No me presiona ni me hace preguntas raras, y eso lo agradezco más de lo que podría explicar. Esa ta

Capítulo 28. La traidora Narrador omnisciente: Vivienne no necesitó mucho tiempo para descubrir que Alaric había salido de la manada en secreto. La vigilancia constante que mantenía sobre él y sobre quienes lo rodeaban terminó dándole resultados. Aunque Héctor y los guardias intentaron ocultarle los detalles, había aprendido a leer los silencios y las miradas nerviosas. Bastó con algunas preguntas directas a sus sirvientes más jóvenes para saber que algo importante había ocurrido. Durante dos días completos, Alaric estuvo fuera. No era una ausencia común. En ese tiempo, Vivienne se mantuvo en su habitación, calculando los posibles motivos. Conocía demasiado bien a Alaric para pensar que había salido a negociar con clanes vecinos, tal como aseguraba su madre. Esa explicación le resultaba demasiado conveniente. Y fue entonces cuando lo entendió: solo había una razón por la que Alaric pondría tanto cuidado en ocultar su paradero. Había salido a buscarla. Aylin. El nombre le quemaba

Capítulo 30. Lo que los ojos no dicen Narrador omnisciente: El pueblo amaneció con un movimiento inusual. Era día de mercado y la plaza central se llenaba con puestos de verduras, ropa usada, miel, pan recién horneado y algunos objetos traídos de otras ciudades cercanas. Aylin salió temprano de la cafetería. Había trabajado en el turno de la mañana y Clara ya no estaba para recordarle que se tomara un descanso, así que ahora era ella quien intentaba organizar sus horarios y darse un poco de tiempo libre. Llevaba una cesta con pan envuelto en tela y algunas monedas en el bolsillo para comprar frutas. Caminaba con paso tranquilo entre la multitud. Saludaba a los vecinos que ya la conocían como la nueva dueña del Café Clara. Algunos la miraban con respeto, otros aún con desconfianza después de lo ocurrido con el niño del incendio, pero nadie decía nada en voz alta. Aylin había aprendido a convivir con esas miradas. Era mejor seguir adelante que esconderse de nuevo. Alaric había llega