Capítulo 42. La cicatriz de Alaric. Narrador omnisciente: Habían pasado dos días desde que Aylin regresó de su secuestro. Nadie en el pueblo supo nunca lo ocurrido. Ella había llegado al amanecer, con el rostro pálido, la ropa manchada de tierra y una expresión que no dejaba lugar a preguntas. Subió las escaleras hasta su habitación, cerró la puerta y durmió casi un día entero. Al despertar, abrió la cafetería como si nada hubiese pasado. Ian trató de preguntarle qué le había ocurrido, pero ella se limitó a responder con un “no quiero hablar de eso”. Y él, aunque preocupado, comprendió que insistir solo la alejaría más. En la cafetería, todo parecía en calma. Aylin servía café, limpiaba mesas y mantenía la rutina con la misma disciplina de siempre. Los clientes habituales entraban, algunos todavía con miradas de desconfianza, otros más amables. Todo transcurría con una normalidad engañosa, porque bajo la superficie Aylin sabía que aquellos hombres que la habían secuestrado no había

Capítulo 44. El pacto del caos. Pov Vivienne: Las malas noticias llegaron temprano. No me sorprendió, pero sí me enfureció. Uno de mis hombres entró en mis aposentos con la cabeza agachada, como si eso pudiera suavizar lo que me iba a decir. —Mi Luna… hemos recibido nuevos informes del pueblo donde está Aylin. Lo miré en silencio, esperando. No tenía prisa. Cada segundo que pasaba aumentaba la tensión en mi pecho. —Al principio… la gente se volvió en su contra, como planeamos. La veían como una amenaza, una bruja peligrosa. Pero ahora… —hizo una pausa, tragó saliva y siguió—. Ahora la desconfianza se ha reducido. La aceptan, aunque no del todo. Solo hay cierto recelo por sus poderes. Apreté los puños con fuerza y mis uñas se clavaron en las palmas de mis manos. —¿Eso es todo? ¿Eso me traes como noticia? ¿Que la llaman bruja blanca en lugar de monstruo? El hombre bajó aún más la cabeza, como si pudiera desaparecer bajo el peso de mi mirada. —Sí, mi Luna y lo lamento de veras

Capítulo 46. Vientos de guerra No sé cómo explicarlo, pero lo supe desde el primer segundo. Esa mañana el aire estaba distinto. No era solo la tormenta que no se había ido en días ni el cielo negro que parecía apretar sobre nuestras cabezas. Era otra cosa. Una tensión en la piel, como cuando sabes que alguien está a punto de golpearte y te preparas sin tan siquiera pensarlo. No abrí la cafetería. No tenía sentido intentarlo. La gente del pueblo estaba asustada, encerrada en sus casas, las ventanas cerradas y las puertas atrancadas. Ian vino temprano, con esa cara seria que solo pone cuando ya está seguro de que lo peor está a punto de pasar. —Se mueven —me dijo apenas entró—. Los vi en el límite del bosque. No eran humanos. No hizo falta que me diera detalles para entender que lo que fuera, venía a destruir. Pero no tenía idea de quiénes eran ni qué querían. Asentí y me puse en pie. Mis manos temblaban, pero no de miedo. Era otra cosa, una mezcla de rabia y decisión. No pensaba h

Capítulo 48. Entre dos mundos. Narrador omnisciente: La tensión en la manada Luna Silenciosa se había vuelto insoportable. Lo que al principio eran murmullos se convirtió en discusiones abiertas, y lo que eran discusiones se transformó en peleas que dejaban marcas de dientes y sangre en la tierra. Nadie quería admitirlo en voz alta, pero todos lo sabían: la manada estaba dividida en dos. De un lado estaban los que seguían siendo fieles a Alaric, convencidos de que él era el Alfa legítimo y que, pese a sus errores y debilidades, seguía siendo el único capaz de guiarlos. Para ellos, lo que había hecho por Aylin, lo que había arriesgado en el pueblo, era prueba suficiente de que todavía había un líder en pie. Del otro lado estaban los que apoyaban a Vivienne. Ella no ocultaba su nuevo poder. Mostraba lo que podía hacer con la magia oscura y prometía fuerza, seguridad y dominio absoluto sobre los enemigos. Decía que con ella la manada no volvería a temer, que nadie podría arrebatarles

Capítulo 50. Fuego en los huesos. No me fui de inmediato, antes de irme necesitaba descansar y asegurarme de que todo estaría bien en mi ausencia. Así que pasé toda la mañana en la cafetería, asegurándome de que los híbridos estuvieran más o menos acomodados en el centro comunitario. Los del pueblo se habían mostrado reacios, pero al final la necesidad de ayudar pudo más que el miedo. Ian estuvo todo el tiempo a mi lado, con ese ceño fruncido que ya le conocía bien. —Podrías quedarte —me dijo en voz baja cuando nos quedamos a solas, revisando una olla de sopa que habían preparado para los recién llegados. —Sabes que no puedo. —Claro que puedes. Nadie te obliga a ir. Lo miré fijamente. —Marianne me pidió ayuda. Y no es solo por ella. Si el padre de Alaric muere, Vivienne tendrá vía libre para apoderarse de todo. No puedo ignorarlo. Él apretó la mandíbula, pero no discutió más. Sabía que no serviría de nada. Antes de marcharme, fui personalmente al centro comunitario. No podía i