Capítulo 39. Confesiones y cicatrices.
Capítulo 39. Confesiones y cicatrices.
Todavía me temblaban las manos cuando cerré la puerta del patio. El pestillo resonó demasiado fuerte, como un eco que rebotaba una y otra vez en mi interior. Sentía que la oscuridad seguía respirando dentro de mí, como si se hubiera quedado enganchada en mis costillas, esperando el mínimo descuido para volver a salir.
Ian se dejó caer en una de las mesas de la cafetería. Su respiración era entrecortada, pesada, y cada jadeo me recordaba que había sido mi oscuridad la que lo había dejado así. La que lo había estrangulado. La que había intentado arrancarle el aire.
La luz parpadeaba sobre él, proyectando sombras en su rostro. Estaba pálido, sudoroso, y tenía marcas oscuras en la piel del cuello, como si manos invisibles lo hubieran apretado.
—Tienes que descansar —le dije con un hilo de voz, aunque ni yo me lo creí.
Él me miró, y ese simple gesto me hizo sentir desnuda. No había reproche en sus ojos, pero sí una mezcla de agotamiento y algo