64. CONTINUACIÓN
VICTORIA:Duradera. Era un cruel recordatorio de que todo esto terminaría pronto, como estaba previsto, y posiblemente con más daños de los que alguno de nosotros podría prever. Ricardo, sin titubear, agradeció el comentario. Yo hice lo mismo, sin permitir que mi expresión revelara nada más allá de lo que debía. Y así continuó la velada, con ambos ejecutando cada movimiento con precisión, como piezas de un juego en el que no podíamos permitirnos un solo error. Finalmente, tras lo que se sintió como horas, llegó el momento de despedirnos. Ricardo, manteniendo su papel hasta el último momento, me guió hacia la salida, su brazo todavía enlazado con el mío. —¿Lista para descansar? —preguntó, suavemente, para que nadie más pudiera escucharnos. —Lista para que esto termine —respondí, con una sonrisa que ya se sentía pesada en mi rostro. Cuando el automóvil nos recogió y las luces del salón quedaron atrás, solté su brazo con la misma rapidez con la que me despojé de la máscara que ha
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