C30 -UNA MARCA Y SABRÁN QUE ES TUYA.Tres días después...Luke llevaba un par de semanas buscándola con cualquier excusa, y ese día no fue diferente. Entró a la cocina con paso relajado, sosteniendo un pequeño ramo de flores silvestres, y se detuvo frente a Elizabeth con una sonrisa que buscaba llamar su atención.—Son para ti —dijo, extendiéndoselas—. Pensé que te gustarían.Ella las tomó con un gesto agradecido, aunque en su interior una ligera incomodidad le recorrió el pecho.—Gracias, Luke… son bonitas.—¿Sabes? Pensé en que podríamos ir al pueblo —continuó él, ladeando la cabeza—. Hoy es día de mercado, y podríamos dar una vuelta. ¿Qué dices?La idea hizo que Elizabeth se tensara. El recuerdo de los guerreros de Keeva cruzó por su mente como una sombra, y negó despacio.—No puedo…Luke frunció el ceño, acercándose un paso.—¿Por qué no? —preguntó, tomándole la mano.El contacto le provocó una extraña incomodidad. No entendía por qué el roce de Luke le resultaba tan invasivo, cua

C32- POZO ENCANTADO.Elizabeth sintió el latido acelerado de su corazón. Su cuerpo y una parte peligrosa de su corazón querían obedecer, quedarse y perderse en él. Pero su razón, la parte que aún recordaba lo que había escuchado esa tarde, gritaba que no. Los rumores que corrían por toda la manada, voces bajas hablando de Luke sangrando en la arena de entrenamiento. Y ella no necesitó confirmaciones, sabía que había sido por ella.—Mi parte ya terminó... debo irme —dijo apartándose.El gesto de Gideon cambió. La ira apagó cualquier rastro de calma y la atrajo con un movimiento brusco, empujándola hacia el colchón. Se colocó encima, sujetándole las muñecas y el peso de su cuerpo inmovilizándola.—¿Es por lo que le hice a ese pendejo pelirrojo? —escupió con celos mal disimulados.Elizabeth forcejeó, tensando los brazos para liberarse.—Suéltame.Él no obedeció y bajó el rostro hasta su cuello y aspiró profundamente.—Hueles a mí... como debe ser, Eli.Ella giró el rostro, enfrentándolo

C34- ABANDONAR LA MANADA.Las raíces se cerraban como serpientes vivas alrededor de Gideon y Melinda, y el aire se volvió sofocante. La presión en el pecho de él aumentaba con cada segundo. Sujetaba a la niña con un brazo, protegiéndola, mientras con el otro destrozaba todo lo que intentaba alcanzarlos. Pero eran demasiadas.—¡No sueltes mi cuello, princesa! —gruñó, sintiendo cómo unas raíces más gruesas trepaban por su espalda y apretaban sus costillas.Melinda lloraba, pegando el rostro contra él.—¡Tengo miedo! ¡Mucho miedo!!! —su voz era un golpe directo a su corazón, pero no podía permitirse vacilar.Y al sentir que la asfixia lo golpeaba, entendió que no llegarían los dos. Así que levantó la mirada, divisó un hueco entre las raíces más altas y, con un rugido feroz, impulsó a la niña hacia allí. Las ramas se cerraban rápido, pero él la empujó con la fuerza de un último salto.—¡Sube! ¡Y no mires atrás! —ordenó con voz ronca.Ella trató de aferrarse, pero las manos de él se soltar

C36-NO SOMOS HERMANAS.Cuatro semanas después, Gideon ya estaba recuperado. Las heridas que lo habían dejado debilitado se cerraron con la ayuda de Runa y los chamanes, pero Elizabeth apenas lo había visto. Zander era quien le informaba sobre su estado, y aunque cada palabra le daba un poco de alivio, no era suficiente. Algo dentro de ella la empujaba hacia él, una necesidad imposible de ignorar, un dolor mudo que solo se calmaba estando cerca de Gideon. Y como no podía hacerlo, se refugiaba en el trabajo del castillo, asegurándose de que Narissa no tuviera motivos para señalarla.Melinda, en cambio, ya estaba completamente sana. El brebaje de Runa había hecho efecto y su brazo estaba como nuevo. Pero Elizabeth tenía otra preocupación. Su periodo no había llegado y el retraso la llenaba de miedo, nervios… y una emoción que trataba de reprimir. Había tomado la decisión de acudir a Runa en secreto, confiaba en que la sanadora guardaría silencio al menos hasta que ella misma pudiera habl

C38- ¿QUÉ RELACIÓN TIENE CON TU PASADO?Elizabeth aún sentía el sabor de su beso en los labios, como si fuera fuego quemándole por dentro.—No podía estar un día más sin ti —dijo Gideon manteniéndola en sus brazos, su respiración rozándole la piel—. Te juro que pensé que enloquecería si no te veía.El corazón de Elizabeth se aceleró hasta dolerle y cerró los ojos un instante, intentando sostener esa sensación que la llenaba y la asustaba a la vez.—Yo también… —confesó.Gideon la miró un rato en silencio. Después de hablar con Melinda, la había buscado por todo el castillo y una de las sirvientas le dijo que había ido al manantial. Vino por ella, tenían que hablar, porque había algo en ella que nunca terminaba de encajar, una sombra en los ojos, un peso que escondía detrás de cada sonrisa.Su hermano Zander tenía razón: Elizabeth no era una simple muchacha cualquiera.—Eli… —su voz fue baja y seria—. Hay tantas cosas de ti que no entiendo.Ella se tensó, apartándose apenas un paso, pe