C40-SERVIR COMO DEBES.La conversación con el Alfa Magnus se había extendido casi dos horas. Entre mapas, informes y planes de ataque, ambos discutieron sobre las estrategias más efectivas contra los cazadores. Gideon defendía la ofensiva directa en territorio enemigo, mientras Magnus insistía en la táctica de desgaste, confiando en su experiencia. Las voces eran firmes, y la presión en el aire se mantenía con cada diferencia de opinión. Ya Zander se había retirado hacía rato, consciente de que aquello podía prolongarse hasta entrada la noche, y ahora solo quedaban en la sala los guerreros que acompañaban al Alfa Magnus, observando en silencio.La puerta se abrió y Narissa apareció, con una sonrisa ensayada en los labios.—Lamento interrumpir, señores. No quería ser descortés. Solo venía a retirarme. —Sus ojos se posaron un instante en Magnus, inclinando la cabeza con delicadeza—. Le deseo buenas noches y la más cálida bienvenida a nuestro castillo, Alfa Magnus.Magnus le devolvió una

C42-PROCLAMADO COMO SUYA.Gideon entró en su habitación, pero de pronto su pecho se tensó. Un dolor seco lo atravesó y su respiración se volvió irregular, al mismo tiempo su lobo se agitó, rugiendo desde dentro. No era hambre, no era rabia. Era otra cosa... una sensación de peligro.—Elizabeth… —murmuró.El aire se volvió pesado y ya no hubo lógica, solo instinto. Y su instinto gritaba una sola cosa: corre.Así que salió de su habitación sin pensarlo y dejó que su lobo lo guiara, pero sus pasos se aceleraron hasta volverse una carrera y al llegar a la habitación de Elizabeth, la puerta estaba entreabierta. Melinda dormía.Pero su olor aún flotaba y había algo más, un aroma metálico y amargo que le revolvió el estómago y pudo reconocerlo al instante.—Droga… —gruñó entre dientes. Lo había olido antes, en rituales de sumisión.El lobo dentro de él rugió como si quisiera desgarrarlo desde dentro. Y ya no caminaba, corría, siguiendo el rastro de Elizabeth...Los sirvientes lo vieron cruz

C44-ENTREGA ABSOLUTA.El colchón cedió bajo el peso de Gideon cuando se sentó al borde de la cama. Su cuerpo era un mapa de tensión y poder; cada músculo de su torso y abdomen estaba rígido, y la piel, cálida y tensa, ardía bajo las yemas de los dedos de Elizabeth. Ella estaba sobre él, suspendida, aferrándose a sus hombros como si fueran lo único sólido en un mundo que giraba demasiado rápido. Sus brazos, fuertes como cables de acero, la envolvieron, eliminando cualquier posibilidad de espacio o escape. Una de sus grandes manos se cerró en su nuca y la otra se aferró a la curva de su nalga, apretando con una intensidad que era a la vez posesión y promesa, moldeándola contra él para dictar cada ángulo, cada roce. Él no se recostó. Permaneció erguido, como un dios en su altar, con sus ojos oscuros y despiadadamente lúcidos fijos en los de ella. —Así —su voz era un rumor áspero y profundo que le cortó la respiración al rozar su oído—. Así es como te quiero. Toda mía... Sus caderas s

C46- DECISIÓN ANTE EL CONSEJO.En el salón principal del consejo, el aire pesaba con la tensión. Los viejos lobos estaban sentados en semicírculo, observando cada movimiento de Gideon y entre ellos el Alfa Magnus se mantenía erguido, sus ojos fríos fijos en él con un brillo calculador, como si esperara verlo fallar.Uno de los ancianos se inclinó hacia adelante, su voz rasposa resonó entre las paredes de piedra.—Gideon, has golpeado a un invitado importante… y todo por esa mujer. ¿Qué clase de líder arriesga las alianzas de la manada por un capricho?Él no titubeó en su respuesta.—Lo volvería a hacer. Y lo haré cada vez que sea necesario.El silencio se quebró con murmullos inquietos, pero Gideon los ignoró y alzó la voz para que todos lo escucharan.—Porque Elizabeth es mi compañera destinada.El murmullo se intensificó y las voces bajas, dudas, rumores flotaron en el aire, pero Gideon no permitió que eso lo debilitara.—Por lo tanto, ella no será tratada como una cualquiera. Es mi

C48-LO QUE TU JAMÁS SERÁS.Elizabeth apareció corriendo hacia el patio, jadeante, con el rostro pálido y los ojos desbordados de miedo y Gideon giró la cabeza hacia ella, sorprendido, con la respiración agitada y la sangre resbalando por sus heridas.Magnus, quien seguía bajo su peso, aprovechó el momento, se liberó y embistió con todo su peso, hundiendo las fauces en el costado de Gideon, hasta arrancarle un aullido de dolor.El patio se estremeció.Algunos lobos creyeron que el Alfa caería, que aquel sería el final. Y Elizabeth, con el corazón encogido, se llevó una mano a la boca y sus piernas temblaron al ver la sangre resbalar por el cuerpo de Gideon.Magnus lo aplastó contra el suelo, clavando las garras en su cuello, dispuesto a terminarlo allí mismo.—¡Este es tu final, Gideon! —rugió, sus ojos brillando con una furia hambrienta.— ¡Y todo por una perra!Esto encendió la rabia en su pecho y encontró fuerzas donde nadie más lo hubiera hecho. Recordó a Elizabeth mirándolo con des