C20-NI SE TE OCURRA.Elizabeth había ido hasta el ala oeste del castillo, una zona apartada del bullicio. Allí estaba Narissa, con su carabina a un lado y, detrás de ella, Riodor, el lobo encargado de impartir castigos y latigazos. Y aunque su corazón latía con fuerza, su postura era firme cuando se detuvo a unos pasos.—¿Me mandó a llamar, Luna? —preguntó con voz neutra.Narissa avanzó lentamente, mirándola con total frialdad.—Sabes muy bien por qué estás aquí, Elizabeth… ¿Creíste que no deduciría que fuiste tú?—No sé de qué habla, Luna. Yo... —intentó decir, pero la rabia de Narissa la interrumpió.—¡Fuiste tú quien me dio algo para avergonzarme delante de todos! ¡Lo hiciste porque quieres mi puesto, ¿no, perra?! ¿¡Es eso?! ¿¡Crees que puedes ser la Luna de esta manada!?Elizabeth frunció el ceño.—No sé de qué habla. Ni siquiera estuve en la cocina, yo…Narissa le agarró el cabello de golpe, tirando de su cabeza hacia atrás.—No fue la comida, mugrosa. Fue mi tónico. ¡Eso fue l

C22 - TRES MESES.Elizabeth mantuvo la postura recta, el mentón alto y los ojos vacíos.Gideon la observó en silencio, estudiando cada curva, cada gesto. Se movió hacia ella hasta que la distancia entre ambos fue apenas un suspiro, y su calor la envolvió. El aroma de él, intensificado en los últimos días, la obligó a tragar saliva.—¿Qué quieres que haga? —dijo ella, con un tono seco que pretendía sonar fuerte.Él no contestó.Simplemente siguió mirándola como un depredador calculando su movimiento. Entonces inclinó la cabeza, acercándose tanto que su aliento caliente rozó la piel de su rostro. Con firmeza, le tomó el mentón y la obligó a mirarlo.—No me des esto como si estuvieras pagando una deuda —su voz masculina vibró tan cerca que ella sintió un cosquilleo recorrerle la nuca.—Es lo que tengo que hacer, ¿no? Para eso me contrataste —replicó ella, intentando mantener la frialdad.—No así… —murmuró él, y bajó el rostro lo suficiente para que sus labios rozaran los de ella, detenié

C24 -DESAFÍO DIRECTO AL ALFA.Narissa recostó la espalda contra la silla, con un aire de superioridad.—Esto no es un espectáculo para sirvientas. Aquí decidimos nosotros —dijo, sin apartar la mirada de Elizabeth, como si quisiera recordarle su lugar.Pero la otra no parpadeó, y su voz salió tranquila y confiada.—Y como ama de llaves, soy responsable del inventario de provisiones. Y ayer, mientras lo revisaba, por accidente derramé hojas de falaris roja. Todos saben que al tocarla con las manos desnudas provoca ronchas que duran días.El consejo guardó silencio, y ella giró hacia los presentes.—Ordeno que todos los que estuvieron en el almacén muestren sus manos.El omega que había sido acusado fue el primero en hacerlo. Su piel estaba limpia, sin rastro de marcas. Después, uno a uno, los demás siguieron, algunos con expresión incómoda. Finalmente, le llegó el turno al anciano que había señalado al niño con tanta seguridad.Él levantó el mentón, buscando mantener el control.—Pude h

C26 -¿HUMANOS?Elizabeth respondió al beso sin poder evitarlo. La tensión creció como una corriente eléctrica entre los dos, hasta que una garganta se aclaró detrás de ellos.Ella reaccionó primero, empujándolo con tanta fuerza que Gideon dio un paso atrás y terminó golpeándose contra una estantería. Ambos se giraron y vieron a Zander en la puerta, una ceja arqueada.—¿No es muy temprano para ponerse cachondos?Gideon la miró de reojo y luego fijó la vista en su hermano.—¿Qué quieres, Zander?—Te estaba buscando porque hay una reunión con un alfa que ha estado en el mundo humano —contestó Zander—. Puede ayudarnos con el problema que tenemos.—¿Mundo humano? —preguntó Elizabeth, sin poder ocultar la curiosidad.Ambos hermanos la miraron a la vez, pero Gideon habló primero.—Sí. Hay algo más allá de este reino y este mundo. Incluso hay más de nuestra especie que vive oculta entre los humanos.La curiosidad de Elizabeth creció al punto de dejar los libros y acercarse.—¿Qué son los huma

C28 - TIJERA MALDITA. Martha seguía en la puerta, con la escoba en una mano y la sartén en la otra, mirando a su señora como si intentara descifrar si aquello era real o una pesadilla. —Mi señora… pero… pero… ¿qué le pasó? Narissa se giró con los ojos desorbitados. —¿Qué me pasó? ¿¡Qué me pasó!? ¿¡No lo ves!? ¡No tengo cejas! ¡Ahora parezco un trasgo calvo de las cuevas! La carabina, intentando disimular la mueca que se le escapaba, se apresuró a tomar un peine. —Creo que debe ser temporal… si lo peinamos un poco… —¡¡¡AHHHHH!!! —el grito de Narissa rebotó en las paredes cuando vio el peine lleno de mechones. Sus ojos se abrieron aún más—. ¿¡Qué hiciste?! ¡¿Qué hicisteeeee?! Marta retrocedió, viendo cómo su señora casi echaba humo por la nariz. —Yo… yo… yo solo quería ayudar… —¿¡Ayudar!? ¿¡Ayudar!? ¡Me vas a dejar calva, estúpida! ¡Ve por Runa o alguien que solucione esto! ¡Apúrate, inútil! La mujer asintió tan rápido que parecía que la cabeza se le iba a desprender y salió c