Después de los días en los Hamptons con Aldric, Bianca se sentía más fuerte, renovada, como si el mar hubiera lavado sus heridas, pero había algo que no la dejaba en paz y ese era su origen. Deseaba conocer a sus padres biológicos, porque sin esa verdad se sentía a la deriva, como un barco sin brújula, sin saber realmente de dónde venía ni a dónde pertenecía.Apenas amaneció, se vistió con decisión. Eligió un conjunto beige de Max Mara, sobrio pero elegante, acompañado por un bolso Hermès que Aldric le había regalado. Al mirarse al espejo, respiró hondo, intentando infundirse valor.—Tengo que saber mi origen… —susurró, antes de salir rumbo al hospital donde, según los documentos que había hallado, había venido al mundo.El hospital era grande, con paredes de mármol gastado y pasillos que olían a desinfectante, mezcla de limpieza y memorias olvidadas. En la recepción, una enfermera de mediana edad la miró con curiosidad, ajustándose las gafas.—¿En qué puedo ayudarla, señorita?Bianca
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