El suelo tembló bajo sus pies cuando los tres colosos cargaron a la vez.
Ciel alzó la lanza y sintió cómo el pulso oscuro en sus venas se agitaba, como si Artaxiel aún intentara reclamarla desde dentro. Ian notó el estremecimiento en su cuerpo y sin pensarlo la sostuvo del brazo.
—No te dejes arrastrar, mírame a mí.
Jordan lo vio, sus ojos se encendieron con furia.
—¡Apártate de ella!
El rugido de los colosos cayó como un trueno antes de que pudiera continuar. Una sombra golpeó el suelo, abriendo un cráter que casi los devora. Los tres fueron lanzados en direcciones opuestas.
Ian rodó por el suelo, jadeando, y levantó una muralla de luz para frenar el próximo golpe.
Ciel cayó de rodillas, la lanza vibrando con un eco extraño, mitad suyo, mitad de Artaxiel.
Jordan, en cambio, aterrizó de pie, el filo de su espada brillando mientras se lanzaba contra el primer titán.
Su grito fue tan feroz que incluso la sombra retrocedió. La espada cortó el aire en un arco perfecto y abrió la carne osc