La tarde cayó con un cielo anaranjado, bañando la fachada de Étoile con destellos dorados. A pesar de que el sabotaje en la clase había sido menor, Pamela no podía ignorar la sensación helada que le recorría la espalda cada vez que pensaba en la advertencia anónima hallada en su taquilla: “Esto apenas comienza.”Cristhian había reforzado la seguridad del estudio y había mandado instalar cámaras nuevas. No dejaba de mirar su teléfono, atento a cualquier información que Axel pudiera enviarle desde su análisis de los sistemas comprometidos. Pamela, mientras tanto, intentaba mantener la calma por el bien de sus alumnas y de Abigail, quien se mostraba más silenciosa desde sus pesadillas recientes. Pero incluso las paredes elegantes de la escuela comenzaban a parecerle frágiles.Aquella noche, justo cuando se preparaban para cerrar, un sobre elegante fue entregado a nombre de ambos. Sin remitente, pero con un diseño exquisito que delataba un evento exclusivo. Pamela abrió el sobre con delic

La luz de la mañana se filtraba tímidamente por los ventanales de la nueva casa. Étoile seguía en silencio después del sabotaje menor, y aunque Pamela había intentado retomar la normalidad, su mente no dejaba de repasar cada gesto, cada mirada, cada detalle que pudiera indicarle de dónde venía la amenaza.Pero esta vez, el centro de su preocupación no era ella.—¿No quieres desayunar, Abi? —preguntó Pamela con una sonrisa dulce, intentando no sonar tan angustiada.—No tengo hambre… —respondió la niña en voz baja, dibujando líneas sin sentido en el mantel con la yema del dedo.Cristhian entró en la cocina ajustándose la corbata. Observó la escena con un nudo en el pecho. Abigail ya no era la misma desde que comenzaron las pesadillas. Se había vuelto más reservada, silenciosa, y evitaba ciertos lugares de la casa. Había noches en las que gritaba en sueños, diciendo frases inconexas, con el rostro bañado en sudor y miedo.—La llevaré a su sesión —dijo él suavemente, acercándose para acar

La tarde se había teñido de tonos dorados y rosados cuando el jardín de la casa fue transformado en un pequeño mundo de ensueño. Pamela había elegido cada detalle con dedicación: guirnaldas de luces blancas, mesas decoradas con flores silvestres, y una carpa adornada con cintas color lavanda. La sonrisa de Abigail al ver todo fue suficiente para justificar semanas de preparación.—¡Está hermoso! —exclamó la niña, abrazando a Pamela con ternura—. Gracias, Pam.—Te lo mereces, pequeña —susurró Pamela, acariciándole el cabello mientras le ajustaba la tiara de flores frescas que llevaba.Cristhian, a unos pasos, contemplaba la escena con una leve sonrisa. Su hermana menor se veía tan feliz, y Pamela se había convertido en la luz que mantenía unidos los fragmentos rotos de su mundo. Sin embargo, una punzada le atravesó el pecho. Los últimos acontecimientos —las amenazas veladas, los sabotajes, el rostro de Lina entre sombras— no podían ignorarse. Hoy era una pausa en medio del caos. Un peq

La madrugada se sentía extrañamente densa. El aire, aunque quieto, cargaba una electricidad invisible, como si el destino respirara detrás de cada esquina. Pamela no había dormido. Desde la revelación del vínculo de Iván Ferreira con el secuestro de Abigail, el mundo parecía tambalear en cada paso que daba.Abigail dormía profundamente, finalmente en casa, abrazando una pequeña manta de satén rosa, vigilada por la señora Mirian y una enfermera que Christian había traído especialmente. Matías, aunque distante, se había mantenido firme colaborando en la investigación. Pamela lo reconocía, incluso si los viejos fantasmas entre ellos todavía dolían.—Tienes que dormir un poco, Luz —murmuró Cristhian, acercándose por detrás, envolviéndola con sus brazos.—¿Cómo podría? Después de todo esto… ¿después de lo que Abigail vivió? —susurró Pamela, sin girarse, con la mirada perdida en el ventanal de su departamento. Desde ahí se veía la ciudad dormida, ignorante del caos que hervía bajo la super

El cielo sobre la ciudad se tornaba gris, como si la atmósfera estuviera cargada de las mismas tensiones que habían invadido el interior de Étoile. A pesar del silencio que reinaba en los pasillos, el eco del reciente incendio todavía retumbaba en los pensamientos de Pamela. El olor a cenizas aún flotaba en el aire, y aunque los daños no fueron estructurales, el impacto emocional había sido devastador.Pamela observaba en silencio el ventanal que daba al jardín trasero del estudio. Una lluvia fina comenzaba a caer, empañando el cristal con gotitas lentas y persistentes. El mundo exterior parecía llorar con ella, en sincronía con la angustia que llevaba dentro.Cristhian había llegado minutos antes, pero permanecía en otra sala, revisando los informes que Matías le había enviado. La filtración desde dentro de Étoile, la traición de alguien cercano, y la vulnerabilidad de Pamela lo tenían al borde de una tormenta interna que estaba a punto de estallar.—¿Vas a seguir evitándome? —pregun