La mañana en Étoile comenzó con el leve aroma del yeso fresco y la madera recién colocada. El estudio aún olía a cenizas, pero había en el aire algo más fuerte: esperanza. Pamela, vestida con ropa sencilla y el cabello recogido en una trenza despeinada, caminaba entre los obreros, entregando instrucciones, corrigiendo detalles, supervisando cada rincón. Cristhian la seguía de cerca, silencioso pero atento, como un guardián inquebrantable.
Reconstruir Étoile no solo era levantar paredes, sino coser de nuevo el alma de lo que habían perdido. Había grietas visibles y otras que solo Pamela y Cristhian sentían al mirarse en silencio.
—Te juro que esta vez no permitiré que nada nos lo arrebate, Luz —murmuró él, tomando su mano entre la suya, manchada de polvo.
—Lo sé, Sombra. Yo también lucharé con todo lo que tengo. —Ella se apoyó un segundo en su pecho, sintiendo la calma que solo él le ofrecía en medio del caos.
Pero a kilómetros de ahí, en una oficina de ventanales oscuros y perfume a t