DanaeEl reloj de la mesita marcaba las dos de la madrugada y yo seguía despierta, mirando el techo como si en esas sombras pudiera encontrar respuestas. El beso en el jardín no dejaba de repetirse en mi mente, una y otra vez, como un eco imposible de silenciar. Cada vez que cerraba los ojos sentía sus labios en los míos, la fuerza de sus manos, la rabia contenida que había explotado en ese instante.Me había confesado. Le había dicho la verdad de lo que sentía, y él, en lugar de hablar, me había besado como si quisiera arrancarme el alma. Y ahora, tumbada en la cama, me preguntaba si todo había sido un impulso, una reacción momentánea, o si en ese beso había una verdad que él mismo no quería admitir.Me removí entre las sábanas, intentando encontrar una posición cómoda, pero era inútil. El corazón me latía demasiado fuerte. Cerré los ojos, respiré hondo y fue entonces cuando escuché el sonido. Un clic suave, metálico. La puerta de mi habitación abriéndose.Me incorporé de golpe. La p
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