La lluvia martillaba contra las ventanas polvorientas del pequeño departamento, el repiqueteo constante llenando el silencio apenas roto por respiraciones agitadas. Afuera, Delies City respiraba con un jadeo oscuro: motores rugiendo, risas ebrias, algún grito ahogado que se perdía en la humedad nocturna.Adentro, en cambio, la atmósfera era más densa, más cargada. Como si el mundo entero se hubiera reducido al espacio entre dos cuerpos entrelazados.Tomás la tenía contra la pared, una mano aferrando con rudeza la cintura estrecha de Lía, la joven informante que aceptó el encuentro a cambio de algo más que dinero. Ella arqueó la espalda con un gemido entrecortado, sus uñas se clavaron en los hombros desnudos de Tomás, marcando líneas rojas que casi parecían florecer con cada embestida.—¿Así está bien…? —gruñó él, su voz ronca, cargada de urgencia y dominación.—Sí… sí, Tomás… —gimió Lía, con un tono que se mezclaba entre placer y un tenue miedo. Sus muslos temblaban alrededor de las c
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