Era indescriptible lo que América sentía en ese momento. Tenía ganas de gritar, de arrancarse la ropa, de dejarse caer al suelo en un ovillo y llorar hasta vaciarse… pero no. No iba a darle a Jader el gusto de verla derrotada. Aunque nadie lo creyera, aún conservaba un poco de orgullo. Y aunque ahora fuese una virginidad vendida, se prometía a sí misma que, al cumplir veintidós años, lo primero que haría sería divorciarse y reconstruirse desde cero. Jamás volvería a permitir que nadie pusiera un precio sobre su valor."Porque solo yo puedo decidir cuánto valgo. Solo yo puedo ponerle precio a mi vida. Y mi alma no está en venta."“Un alma sin precio, eso era lo que ella era y no dudaba de ello”.—Vamos —escuchó la voz de Jader sacándola de sus pensamientos.Se levantó en silencio de la tumbona y caminaron hacia el estacionamiento. Al llegar al Rolls-Royce, América abrió la puerta del copiloto por sí misma. No quería atenciones fingidas ni caballerosidades de quien la trataba como merca
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