Julie entró al garage privado de Sean… y se detuvo. Era enorme. El piso pulido brillaba como espejo, las luces LED iluminaban cada curva, cada color, cada historia guardada entre metal y elegancia. Los autos estaban perfectamente alineados, como piezas de museo vivas. Ferraris, Lamborghinis, Maseratis, Jaguars, BMWs, todos de diferentes colores que le robaban el aliento. —Esto… parece una exposición privada de autos de lujo —dijo, girándose hacia Sean—. Como si estuviera en una gala en Mónaco. Sean se cruzó de brazos, sonriendo. —Cuando era joven, el primer auto que compré fue el Lexus ES en el que llegaste hace un momento. Negro. Elegante, pero modesto. Y el último que adquirí fue ese —señaló al fondo, donde un Bugatti negro parecía absorber toda la luz—. La Voiture Noire. Solo hay uno como ese. Julie se giró lentamente. —No puedo creerlo, Sean. Has llegado tan lejos… y yo estoy tan feliz por eso. Sean se acercó, tomó su mano. —Y ahora somos esposos. Si qui
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