Habían sido sus hermanos y la adorada Beatrice, la ex niñera, ama de llaves, cocinera, quienes en verdad se habían ocupado de todo. Y aquí seguían, a pesar de su terquedad. Sabía que Kaleb decía la verdad en cada frase y reconocía su mal genio, uno que le costaba domar. El constante desafío a los límites de las personas que le rodeaban era parte de su personalidad. Casi como si las quisiera dejar afuera de su círculo. Algo que sus más allegados no permitían. En palabras de su única hermana, Violet.<<No tengo el toque para farolillos, Aidan, deja de ser un cabrón>>.Desde pequeños, frente a cada arrebato, no le permitían encerrarse y aislarse. Claro que él quería recuperarse. El hockey sobre hielo era su pasión, lo que le movía y le inspiraba. Y era rematadamente bueno en el juego. No en vano era uno de los principales referentes de su equipo, los New Jersey Devil ´s, en la costa Este. Quería volver, necesitaba sentir la adrenalina de la pista. Si se enfocaba en controlar su temperame
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