Sus dedos se dirigieron a sus pezones y a su núcleo, rozándolos y frotándolos con intensidad creciente, excitándose más y más con cada toque, alimentado y estimulado por imágenes frescas. Con los ojos cerrados, se dejó llevar y cada roce que su pulgar efectuó sobre sus delicadas aureolas, cada masaje sobre su centro, estuvo incitado por el rostro, la piel, los músculos y la sonrisa de Aidan Monahan. Fue su nombre el que musitó entrecortada cuando el clímax más intenso de las últimas semanas la dobló en dos y la dejó sin resuello.
Al recuperar su respiración, se mordió los labios y posó su cabeza sobre el borde de la tina, suspirando. Si la sola imagen la motivaba tanto, ¿Cómo sería tenerlo de verdad entre sus piernas, tocarlo en vivo y en directo, besarlo? Abrió los ojos y obligó a su mente a recalcular y retroceder. No podía darse el lujo de pensar en esto. ¿Cómo podía pensar en salir indemne del día a día con ese millonario si comenzaba a fantasear con imposibles?
Traerlo con la men