El sol aún no había salido del todo cuando Eryn fue despertado con un empujón brusco.
—Arriba. Ya no eres un simple mozo, movete —le gruñó uno de los encargados, arrojándole un uniforme distinto al que usaba antes. Más fino, menos desgastado y de un color para nada agradable a su gusto...Dorado. Para su buena suerte el uniforme lo tapaba hasta el cuello por lo que no vio la necesidad de usar su amada bufanda para ese dia. Todavía aturdido, Eryn se vistió en silencio, sin entender del todo en qué se había metido. Recordaba perfectamente la orden del rey, y el silencio tenso que se hizo en el salón tras su anuncio. Pero no esperaba que las consecuencias llegaran tan rápido. “Sirviente personal del príncipe”, le había dicho el rey frente a todos, con esa voz que no daba espacio a discusión. A Eryn todavía le costaba creerlo. Una parte de él esperaba que todo hubiese sido una pesadilla, una ilusión causada por el miedo o por la magia residual de su última defensa. Pero no. Estaba ahí, y no había marcha atrás. Cuando llegó a los aposentos reales, lo estaban esperando. O mejor dicho, lo estaba esperando él. —Tardaste. Pensé que los héroes eran más puntuales —dijo el príncipe, sin ni siquiera mirarlo. Estaba frente al espejo, acomodándose el cabello rubio con una calma que irritaba. Eryn apretó los dientes, sintiendo cómo la vergüenza de la noche anterior volvía a subirle por la nuca. —No soy un héroe —murmuró. El príncipe se giró entonces, con una sonrisa apenas ladina. —Perfecto. Porque no necesito uno. Necesito un sirviente. Y uno que sepa obedecer. Eryn lo miro curioso un momento, el sol aun no salia y el príncipe ya estaba completamente vedtido y listo para empezar su dia. Afuera, el castillo ya comenzaba a despertar. Escuchaba pasos presurosos en los pasillos, el arrastrar de cubos, las voces distantes de órdenes repetidas. Todo le resultaba conocido, pero a la vez ajeno y sumamente extraño. Nunca penso que terminaria como sirviente directo de los de este reino. Eryn fingió pensar, posando su dedo índice sobre el labio inferior. —Bueno, eso de obedecer, obedecer... mmmh —arrugó la nariz con una expresión caprichosa—. No, no creo que se pueda. No completamente. El príncipe sonrió. Tenía que admitir que el mugroso tenía agallas, pero no le servirían de mucho con él. Tomó su ropa sucia de la noche anterior y, sin ningún remordimiento, se la lanzó en el rostro. —Te aconsejo que no juegues conmigo, ya que soy de poca paciencia —informó, dando un gesto retador. Eryn se mordió la lengua para no escupirle un insulto. "Respira, Eryn. No lo mates todavía..." —¿Qué hago con esto? —preguntó, con la ropa todavía pegada a la cara. —Pues lavarla, ¿no es obvio? —dijo el príncipe mientras se sentaba en su escritorio. —Están las damas que se encargan del lavado. Se lo puedo llevar— —La lavarás tú —interrumpió, apoyando los codos sobre la mesa y el mentón sobre sus dedos entrelazados. —¿Por qué? —protestó, frunciendo el ceño. —Porque eres mi sirviente personal. Además, te recomiendo que te apresures, porque después debes traerme el almuerzo, pulir mis armaduras, prepararme el baño, buscar ciertos libros en la biblioteca que necesito y también ir con el médico de la corte, que quiere verte. —¿Todo eso solo hoy? —No, claro que no, ¿cómo crees...? Eryn soltó un suspiro de alivio. "Ah, bueno..." —Tendrás que hacerlo en cinco horas como mucho. Ah, y se me olvidó: también debes cepillar a mi caballo. "...ya voy entendiendo a la cantante, yo tambien lo hubiera envenenado" penso el de rizos. —Pero... —El tiempo corre —canturreó el príncipe, regalándole otra de sus sonrisas cínicas. Eryn salió de la habitación echando humo, con una cesta de ropa bajo el brazo. Evandor era todo lo que se imaginó. Un completo idiota. Bajó hacia las zonas de lavado, esquivando a otros criados que apenas le lanzaban una mirada. Intentó pasarle la ropa a una de las damas, pero lo miraron como si estuviera loco. “Ah, cierto… soy el sirviente personal... como si eso fuera algo bueno.” Dejó la cesta con resignación y se inclinó sobre una tinaja. Bueno tendria que hacer muchas cosas, asi que nececitaria un poco de ayuda, era arriesgado usar su magia pero no le quedaba de otra. se concentro en lo que queria que pasara asi el agua se agitó, comenzó a moverse sola, generando un suave remolino que envolvía las prendas. Sonrió. Por fin algo funcionaba. Hasta que el agua se levantó de golpe como una ola viva y lo bañó de pies a cabeza. —¡Maravilloso! Lo que me faltaba—Dijo frustrado ganandose una que otra mirada de las damas de alli. Y si, al final tuvo que lavar la ropa sin su mala magia ya que no la controlaba. Empapado, con la camisa pegada al cuerpo y el orgullo por los suelos, se arrastró hasta la armería. Tomó un casco y comenzó a pulirlo, maldiciendo cada movimiento. —Esto debe ser una prueba de los dioses. O una comedia para ellos. Seguro están allá arriba comiendo uvas y riéndose de mí. Más tarde, al acercarse al establo, se quedó congelado al ver al enorme caballo negro. Tenía ojos que brillaban con odio puro. Supuso que ese era del príncipe, porque lo miraba con el mismo desprecio que el dueño —¿Ese es su caballo? Claro que lo es. Seguro le dio lecciones de etiqueta a su amo. Intentó cepillarlo. El animal bufó y lo tiró al suelo de un cabezazo. —Te odio. A ti, al príncipe, a este reino, y a este maldito uniforme que se ensucia solo con mirarlo. Habia una chica quien estaba cepillando amenamente a una yegua y miraba con curiosidad al joven quien desfiaba a un caballo. Realmente le pareció curioso y tambien divertido, acercandose sutilmente para ver mejor la situación. —¿Eres también un noble o qué? —gruñó mientras levantaba el cepillo de vuelta. Pero... Apenas se acercó, el animal lo empujó con fuerza y lo tiró de espaldas al lodo. Una vez. Dos veces. Tres. Su flamante uniforme quedó irreconocible. —¡Perfecto! ¡Encima me quieres morder!—exclamo cansado alejandose del animal antes que este lo mordiera—.Este reino entero puede besarme el.... —Disculpa...—Eryn giro asustado al escuchar la dulce voz de la jovencita. Era una dancella, lo dedujo por la ropa que vestia que era un poco mas fina que las sirvientas normales del palacio, pero asi tambien se notaba que era de otro reino. Quiza una de las invitadas de la velada de ayer. —¿Si?—respondio dudoso, sintiendose avergonzado por las fachas en que se encontraba. —Estas molesto—dijo acercandose hasta al caballo negro como si no hubiera visto lo violento que era— y él puede sentirlo, no le agrada. Por eso te rechaza. La joven se acerco mas al caballo y con el cepillo que antes estaba cepillando a la yegua empezo a acariciar al caballo del príncipe, el cual se dejo sin más. Hasta parecia disfrutar. Eryn lo odio aun más. —Eres buena—Admiro regalandole una sonrisa. —Solo estoy tranquila— respondio con si voz dulce y baja—, solo trata de no venir aqui enojado o terminaras siempre asi. Eryn agacho la cabeza avergonzado y no puso que mas hacer, solo agradecer antes de retirarse. (...) Una hora después, cubierto de barro seco, llegó con el médico real. —Ve a buscarme algunas plantas medicinales a las afueras —ordenó el anciano, sin levantar la vista. —"¿Qué soy ahora? ¿Botánico? ¿Recolector del bosque encantado?"— penso y a regañadientes tuvo que ir y la verdad ese trabajo fue uno de los mas tranquilos y faciles, puesto que Eryn tenia conocimiento de venenos y botánica en general le gustaba... Pero solo era un pasatiempo. Fue, volvió, y cuando por fin intentó entrar a la biblioteca, el guardia le negó la entrada. —No podés pasar así de sucio —le dijo con desdén. —Hermano, si supieras la jornada que tuve, me besarías los pies. El guardia solo lo ignoro y este suspiro. Volvió a su “habitación”, cambió su ropa por la suya propia —no la que el estúpido castillo le daba— y regresó a la biblioteca. Los libros que pidió el príncipe no eran uno ni dos, eran cinco. Enormes. Pesados. Antiguos. Pensó en hacer dos viajes... y decidió que no. —"Si esto me parte la columna, será su culpa." Cargando como pudo, llegó a la habitación del príncipe. Tocó tres veces y entro. —Aquí, mi... —se quedó mudo. "¿Cómo se supone que lo llame?"— ¿Mi prin...? No, suena raro. —Su majestad —corrigió, alzando la vista—. ¿Y tu uniforme?—pregunto el rubio frunciendo el ceño. Ahora su sirviente habia vuelto con otra ropa y un circulo rojo en la frente que él suponia que era un golpe, y no pudo evitar bufar divertido. Seguro querido caballo habia hecho de las suyas. —Tuve un pequeño accidente... —Ajá... El silencio cayó, denso e incomodo. —Te sientan bien los colores oscuros. Realmente, el dorado te quedaba ridículo. "¿Fue un cumplido?, porque no se sintio como tal" penso el castaño, pero agradecio que no lo regañara. —Tus libros —recordó, dejándolos sobre el escritorio con esfuerzo. —Ah… en realidad ya no los necesito —respondió Evendor, apartándolos con una mano como si fueran migas de pan. Eryn lo quería estrangular. Y apenas era el primer día. Un golpe en la puerta interrumpio el momento para suerte del menor y con solo un gesto de Evdenor entendio que debia ir a recibir a quien fuese. —¡Eryn!—Saludo entusiasmada Adela quien tenia una bandeja con los alimentos del principe y atras otra chica de la cocina con una garra y un vaso de plata.—Es hora del almuerzo del sol de este reino. —Sol de medio dia será porque es insoportable—murmuro, provocando una risa de parte de su amiga. —No digas eso, él es muy amable.—el mago arrugo tanto su cara que pareciera que hubiera probando un limón. Relamente Adela estaba mal, se nota que no convivian con el pedante de su futuro rey. El hombre era todo menos amable y eso lo habia confirmado tan rapido tan solo cruzandose esa mañana. El cataño abrio la boca para objetar pero escucho como una mano se posaba por el marco de la puerta y como una sombra lo cubria. Supo de inmediato que era Evdenor quien se encontraba relajado observando a las damas quien se encontraban en la puerta. Eryn sintio su piel erizarse y su rostro mostraba un poco de intimidación. —Oh, si son Adela y Lucia—. Dijo con un tono de voz dulce y cordial. Eryn estaba completamente confundido, ¿Esa cosa podia tener una voz asi? Era falsa. Definitivamente era falsa, con él era burlesco y duro. Seguramente solo lo usaban en feminas, sí debia ser eso. Ambas mujeres hicieron una pequeña reverencia, mostrando respeto, con las mejillas sonrojadas y sonrisa en el rostro, quedaron embobadas mirando como si realmente fuera algo a que adorar. El mago no podia ver la cara del príncipe pero estaba seguro que tenia esa sonrisa estupida suya. —Damas, dejadme ayudarles con eso que llevan en sus delicadas manos. Adela chilló de emoción pero no se lo permitio. —Su alteza no hace falta, para eso estamos nosotros para servirle. ¿No es asi Eryn?— pregunto extendiendo la bandeja para que este la tomara. El mas bajo subio la mirada encontrandose de vuelta con la arrogancia en persona y apretando fuerte sus labiosy solo asintió tomando la bandeja en sus manos, Evdenor tomo la jarra y la copa asi finalmente cerrando la puerta. —Eres un fraude—masculló entre dientes Eryn mientras acomodaba todo para que el príncipe pudiera almorzar, bajo la atenta mirada del heredero. —¿Dijiste algo?—fingio no oir—, hablas muy bajito. Eryn volteo y le regalo una sonrisa forzada que mas que sonrisa era una mueca. —No dije nada mi señor... Evdenor se estaba divirtiendo, realmente lo estaba haciendo. Cuando su padre dijo que debia tener un sirviente personal, él siempre se negó. Le gustaba hacer las cosas a su manera y por él mismo, ademas lo veía demasiado innecesario por lo cual nunca habia tenido uno; mas sin embargo con este chico se estaba divirtiendo, puesto a que se notaba que era de otras tierras, muchas cosas le parecian nuevas o extrañas y las tareas se le dificultaban mas con eso. En su vida nadie de la clase baja ni alta lo había desafiado en la forma que lo hizo ese joven de rizos cuando se conocieron, eso le llamo la atención y debia de admitir que le estaba gustando tratar con él, fastidiarlo hasta que perdiera el control. Pero solo lo iba disfrutar hasta que se cansara y terminara por renunciar, ya que queria volver a hacer sus cosas como solía hacerlo. No lo necesitaba. Eso era algo claro. Así que buscaria la manera para que ese joven se fuera. Era un buen plan y también uno entretenido. Cuando levanto la tapa de la bandeja a Eryn le brillo los ojos. Era carne roja con papas asadas y bastante verduras pan y un poco de vino, sin contar las frutas que tambien habían dejado en la habitación desde temprano. El joven sirviente sintio su estomago protestar, ya que muy temprano lo habian mandado a trabajar y no habia tenido tiempo de desayunar, ahora siendo mas del medio dia su estomago le rogaba que por lo menos bebiera agua. Eryn trago duro y trato de apartar la vista del plato ajeno, pero le estaba costando. —Puedes irte—Escucho decir al príncipe que ni siquiera lo estaba mirando, lo que fue un alivio. —De acuerdo—Dijo sin dudar el sirviente y corrio de la habitación antes que ese monstruo con corona se arrepintiera. "No dudo ni un segundo en quedarse" pensó divertido Evdenor mirando la puerta. (...) Habia comido un poco de pan y una papa que Adela habia guardado para él y realmente se lo agradecia. En realidad hasta a él se le habia olvidado que no comio todo ese tiempo por lo ocupado que se encontraba. En la cocina pudo recolectar mejor información de que trabajos normalmente realizaban los sirvientes personales y la forma que debian hacerlo, pero todos de conocian el trato que debia tener hacia el príncipe puesto que este nunca tuvo un sirviente personal. —Nunca tuvo uno—. Confirmo el cocinero, Baldo quien tambien conocia bien a Eryn y le agradaba. —¿Por qué no? —No lo sé, siempre se negó y mira que muchos sirvientes del palacio desearon servirle eh, es un tipo agradable, trata a sus siervos como iguales y nunca nos mira por debajo como normalmente lo hacen los nobles—Eryn parecia desconcertado cada vez más—. Se aprendio la mayoria de los nombres de sus empleados, no de todos porque los que trabajan en establos o tareas mas lejanas no se cruzan con el príncipe. —Entonces..., creo que estamos hablando de alguien diferente— aseguro el muchacho metiendose otro pedazo de pan a la boca—, el príncipe que yo conozco es peor que todos los nobles juntos. Un idiota con capa. Baldo bufo soltando una risa. —¿Le hiciste algo a caso al príncipe? —¿Qué? No... —Normalmente suele ser un poco rencoroso. Si dijiste o hiciste algo contra él, puede ser que tenga un trato diferente hacia ti. Hasta que se le pase el mal humor—dijo recordando el caracter del príncipe. Eryn puso los ojos en blanco y solo pudo pensar que tan infatil pordia llegar ser una persona. —Bueno, ya te explique lo que mayormente debes hacer todos los dias, ahora dentro de un rato ya empezara a caer el sol, debes prepararle el baño, ayudarlo si asi lo desea y...¡Ah! Si, casi lo olvidaba tienes que ayudar a vestirlo, tanto como su ropa normal como su aramadura cuando lo tenga que utilizar. Eso hizo que a Eryn se pusiera tenso. —Nunca he puesto una armadura... —Pues debes de aprender antes que el joven amo te lo pida—Eryn asintio, pensando unicamente en Bertrand, debia pedirle ayuda cuando lo viera—y, por cierto muchacho ya termino tu hora de descanso debes ir a preparar el baño de tu amo. El joven mago se levanto con pesar, mordiendo por ultima vez su pan antes de abandonar la cocina. Nunca pensó que terminaria asi, por mas que siempre fueron perseguidos por los reinos al ser seres magicos, pensaba que podrian esconderse mucho mas tiempo y tener esa vida plena y tranquila la cual la tenia con su madre. Era cierto que no comian los manjares que comian los nobles aquí, pero si tenia una dieta llenas de nutrientes, al menos mas que un pan. Suspiro con nostalgia, recordando a su madre por un momento, su herida aun era reciente y era obvio que no cerraria pronto. Pero no debia dejarse caer por eso..., a su madre no le hubiera gustado que su hijo fuera tan debil. Ella dio su vida por él y Eryn estaba decidido a vivirla para honrar su memoria. Y por mas dificil y pedante que fuera ese príncipe, Eryn podia contra él, si claro que podia. Con eso en mente fue a realizar las tareas que le faltaban pero rapidamente se arrepintio y quiso echarse para atras cuando toco la hora del baño. El pasillo estaba en silencio. Solo se oían los pasos de Eryn tras los del príncipe, que caminaba como si el mundo le perteneciera —porque, de algún modo, así era—. Al llegar a una puerta de madera tallada, el príncipe la empujó con una mano despreocupada y entró. —Sígueme —ordenó sin siquiera mirarlo. Eryn tragó saliva. La habitación estaba llena de vapor y mármol. En el centro, una enorme bañera con agua tibia ya preparada por los sirvientes anteriores. "Ayuda extra de Baldo quien movío un poco de sus contactos para ayudar a su pequeñin amigo que nunca habia preparado un baño antes y de verdad Eryn se lo agradecería"; Toallas blancas, perfumes y ropa limpia estaban perfectamente doblados a un costado. El príncipe se giró y lo miró con una ceja alzada. —¿Nunca has visto una bañera, mugroso? —Sí, pero... no pensaba... entrar —balbuceó Eryn, sin saber dónde posar los ojos. El príncipe sonrió con evidente satisfacción. Se acercó despacio, desabotonándose la chaqueta mientras hablaba: —Entonces mira bien. Puede que tengas que ayudarme algún día. —¿A-ayudarlo...? —Eryn retrocedió un paso, los ojos abiertos como platos. —Tranquilo. No hoy. No te ves muy confiable con una esponja —dijo con tono burlón, dejando caer la chaqueta al suelo. Luego, comenzó a desabrochar su camisa, con movimientos lentos y precisos. Eryn se giró de inmediato, con la cara completamente roja. —¡Yo... voy a esperar afuera! —dijo casi en un grito, dándose vuelta bruscamente. —No te dije que podías irte —respondió el príncipe, con calma, mientras el sonido del agua lo delataba sumergiéndose en la bañera—. Pero si prefieres quedarte de espaldas, está bien. Aunque es una pena. El mármol es frío, y podría necesitar... algo cálido cerca. Eryn apretó los labios. Si le hablaba, lo iba a insultar. Si se quedaba, se derretiría. Si se iba, probablemente lo castigarían. "Lo odio", pensó. "Lo odio tanto...". Pero no se movió. Debia admitir que el príncipe era muy atractivo, demasiado. Pero no sabia porque su corazón empezo a latir tan rapido.. Era un hombre, no tenia porque ponerse asi solo por ver el cuerpo de otro hombre, tenian lo mismo... ¡Por Merlin, igual lo ponia muy timido! Sea chico o chica en una situación como la actual estaria de la misma forma, de espalda, sudando frio y con las mejillas rojisimas. Evdenor se tomo su tiempo, en difrutar el agua y la paz que emanaba el ambiente, aunque de vez en cuando sus ojos buscaban a su sirviente quien no se movía de su lugar y podia apreciar como su espalda se encontraba tensa. Eso lo complacio, se notaba que estaba nervioso asi que decidio jugar un poco mas. El sonido del agua deslizándose por la tina era lo único que rompía el silencio incómodo de la habitación. Eryn se mantenía de espaldas, rígido, con las manos juntas al frente, tratando de no pensar en lo que estaba ocurriendo detrás suyo. Había oído el chapoteo, el suspiro relajado del príncipe... y luego el agua detenerse. —Tú —dijo una voz grave, relajada pero imperativa—. Tráeme una toalla. Eryn tragó saliva, se giró con lentitud y tomó la toalla más cercana, intentando mirar al suelo, al techo, a cualquier lado menos al cuerpo desnudo que emergía con total confianza de la bañera. Evdenor avanzó como si no notara el pánico en los ojos ajenos. Se detuvo frente a él, el cabello goteando sobre sus hombros y el cuerpo brillante por el agua. Alzó una ceja. —¿Y? ¿Qué esperas? Sécame. —¿Q-qué? —Eryn sintió que la voz le temblaba—. ¿No puede hacerlo usted solo? El príncipe sonrió, esa sonrisa que era más peligrosa que cualquier arma. —¿Estás desobedeciendo una orden directa? Qué decepción. Creí que querías conservar tu puesto como mi sirviente. Eryn apretó los labios, maldiciendo en silencio. Se acercó, tembloroso, y comenzó a pasar la toalla por los hombros del príncipe con movimientos torpes y rápidos, sin atreverse a levantar la mirada. Evdenor inclinó un poco la cabeza, disfrutando de cada segundo. —¿Estás temblando? ¿Te pone nervioso tocarme? —¡No! —respondió Eryn al instante, aunque sus manos decían lo contrario. —Vaya... entonces tal vez debería pedirte que lo hagas más seguido. A lo mejor logras acostumbrarte a mí. —¡No pienso acostumbrarme a esto! —Mmm... Ya veremos. Eryn lo talló con fuerza haciendo que Evdenor se mordiera el labio para no reir. La situación era mas que incomoda para el mago por lo que intento hacer conversación para evitar pensar o mirar de mas.. No queria traumarse, no más de lo que ya estaba. —Y..., qu..que paso con la chica del veneno—Su voz temblo por el nerviosismo. El príncipe suspiro y de pronto su expresión divertida cambio a una mas seria. —Será ejecutada en la mañana—Eryn vacilo un segundo y el mayor lo sintío—, es una bruja. Intento matarme y lo unico que dijo fue: hijo por hijo, cuando mi padre la enfrento en su juicio. Eryn sintio panico de un momento a otro, con solo escuchar que es bruja. —Debi suponerlo, sus ojos eran gises y su mirada era de puro odio y rencor—Dijo recordando—. Normalmente los ojos de los magos son grises por lo cual es facil de identificarlos pero con el tiempo ellos empezaron a tener hijos con gente sin magia y sus ojos fueron cambiando. —No sabia eso...—dijo Eryn siendo honesto, ya que si, todos los de su pueblo tenian los ojos de un gris mas oscuro o estirando azul claro, menos él. Sus ojos siempre fueron de un azul fuerte por lo que de un inicio creyo que no poseia magia. Ahora sabia que si, pero una muy débil y que no sabia usarla. —Es asi, no estaré presente en la ejecución—Afirmo—,y te recomiendo que no te pases de curioso por ahí. No es nada agradable y mucho menos algo de que estar orgulloso ni reconfortante. Eryn quiso preguntar mas, pero decidio no hacerlo. Evdenor se notaba duro y frio con ese tipo de conversación. Eryn terminó de secarlo con las mejillas ardiendo, sin poder evitar que sus dedos rozaran la piel cálida del príncipe en más de una ocasión. Cada vez que eso ocurría, sentía que el otro lo observaba demasiado de cerca. Cuando por fin terminó, dio un paso atrás con rapidez, como si temiera que le pidieran algo aún más extraño. —¿Algo más...? —preguntó con la voz apenas audible, deseando desaparecer de esa habitación. Evdenor tomó la toalla de sus manos y se la echó al hombro con total indiferencia. —Sí. A partir de hoy, dormirás en mis aposentos. Eryn alzó la cabeza de golpe, con los ojos muy abiertos. —¿Qué? —Lo oíste. Ve a buscar tus cosas. Tienes media hora. —¡¿Pero por qué?! ¡Ni siquiera—! —No estoy dando explicaciones —interrumpió el príncipe, tomando una túnica ligera y empezando a vestirse con lentitud—. Eres mi sirviente personal, ¿recuerdas? No puedo estar gritándote desde el otro lado del castillo cada vez que necesito una toalla... o algo más. Eryn apretó los puños, sintiendo el calor subirle por el cuello. —Esto es absurdo... —¿Eso es una queja? —No, es una opinión —gruñó Eryn entre dientes. Evdenor sonrió mientras lo observaba salir. —Y yo opino que deberías apurarte. Ya sabes cómo se pone el jefe de sirvientes si llegas tarde. Un momento estaba serio y al otro ya estaba jugando de nuevo con su paciencia, definitivamente el príncipe era un bipolar. Junto todas sus cosas con rabia y supuso que el muy hijo de puta lo haria dormir en el piso, puesto a que no dormiria en la cama del príncipe ni aunque le pusiera su espada en el cuello. Muchos de los sirvientes que compartian la misma habitación lo miraban con curiosidad mas no dijeron nada. Una vez que tuvo todo fue y toco la puerta antes de entrar y de nuevo el mañoso príncipe lo esperaba con esa mirada que lo inquietaba siempre. —Dormire en la alfombra como el perro que crees que soy—Dijo rapidamente antes que el otro hablara. —No creo que seas un perro—dijo Evdenor mientras lo miraba—, creo que eres mas entretenido que eso...y también sucio. Eryn estaba a nada de golpearlo. —Allá.—Apunto una puerta que estaba en el fondo de su habitación—Es tu nueva habitación, solo no cierres la puerta, ya sabes para vigilarte, no confio mucho en un extranjero. Eryn lo miro sorprendido, ¿Se habia dado cuenta que no era del reino?, si el juraba que su imitación en la forma de hablar de ese reino era perfecta. —No me mires asi, capaz y hayas logrado engañar a muchos con tu imitación barata, pero no a mi—Le aviso con una nueva mirada que no habia visto en el príncipe, era fria y calculadora lo cual le puso los pelos de punta—. Ve a dormir— ordenó. Y esta vez Eryn no protesto, solo asintió e hizo una pequeña reverencia antes de cruzar la puerta. Definitivamente habia aprendido algo...No debia jugar con ese hombre, era peligroso.