Caterina se despierta y descubre que Rocco no ha dormido en su cama, su lado está intacto. Ella mira hacia el techo y suspira, furiosa.El cuerpo le duele porque, antes de que se desapareciera de su vista, Rocco y ella pasaron parte de la noche teniendo sexo en los lugares más extraños, salvo en la cama a donde él, después de destruir el cuarto de baño, no volvió.Entra a la sala de baño y todos los vidrios y las esquirlas han sido recogidos, no han puesto todavía el espejo, porque imagina que han estado esperando a que ella se levantara.Después de ducharse, se queda de pie en el vestidor observando la ropa de la que dispone. Mataría por unas Converse y por ponerse unos shorts cortos o pantalones ligeros, o tal vez un enterizo o vestidos un poco más escotados. O mejor, solo en honor de la señora Bianca, debería hacerse un tatuaje, si pudiese salir de este lugar.
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Capítulo cincuenta y tres: No puedes hacerlo II
Él le da media vuelta y la apoya contra la pared del baño, mete la mano por entre la cintura de su falta y empieza a masajear su clítoris y su vagina.— Bésame — le pide Caterina girando su cara, buscando alcanzar los labios de Rocco, que los mueve hacia su cuello. — ¡Por favor!Rocco se ríe y la vibración la humedece por completo. Él se inclina e introduce sus dedos en su interior, ella gime, lista para sentir sus embestidas.La gira entre sus brazos, toma su mentón con la mano abierta y se apodera de su boca.Ella se pega y se restriega contra él, buscando más fricción. Algo le dice que debe detenerse, pedirle una explicación, pero su cuerpo ha tomado la delantera, levanta una de sus piernas, la enreda en su cadera y mete sus manos entre sus cuerpos, buscando bajar su cremallera, mientras lo besa como una mujer desesperada.Rocc
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Capítulo cincuenta y cuatro: ¡Todos al suelo!
Con los brazos cruzados, impaciente y girando sobre sí misma, Caterina observa la hora y cómo la luz dorada del sol tiñe de cobre las aguas cristalinas. Sigue parada como una estúpida frente a la estatua de Atenea, como le indicó el idiota de Matteo, y él, como siempre, no se ha dignado a llegar.Matteo se acerca con paso lento, firme y decidido.— Excelente, el señor al fin nos digna con su presencia. — Caterina, con la mirada fija en el horizonte, habla con todo firme. — Dime lo que tengas que decir, pero hazlo rápido, no tengo tiempo que perder.— ¿Ya empezó a controlarte?— ¿Te importa? — Caterina vuelve a mirar la hora, empieza a hacerse tarde. — ¿Para qué diablos me llamaste?— Tienes que desaparecer. — Ella lo mira sin comprender nada en lo absoluto, Matteo se acerca y la toma del brazo &mdash
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