El aire en la cabaña se volvió denso, pesado con la verdad recién desvelada. El lunar en el brazo de Astrid, idéntico al de Wolf, brillaba bajo la tenue luz del fuego, un faro silencioso que conectaba dos vidas rotas. Wolf se tambaleó hacia atrás, su rostro, antes una máscara de furia y agotamiento, se contorsionó en una mezcla de incredulidad y horror. Su espada, olvidada en el suelo, yacía como un testigo mudo de la revelación.—¿Qué... qué estás diciendo? —La voz de Wolf era un susurro ronco, apenas audible, como si las palabras se negaran a salir de su garganta. Sus ojos, fijos en el lunar de Astrid, se movían entre ella y su propio brazo, donde la misma marca se alzaba, un secreto grabado en su piel desde el nacimiento—. ¡Es una mentira! ¡Tú no eres...!Astrid dio un paso adelante, su voz, aunque suave, poseía una fuerza inquebrantable, la de una madre que ha esperado toda una vida por este momento. Las lágrimas corrían por sus mejillas, pero sus ojos brillaban con una determinaci
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