Tomé una respiración entrecortada y me hundí en la suave silla. Sus ojos permanecieron fijos en mí, amplios y brillantes.—Ana, no más bromas —dijo Carmen, colocando mi plato a un lado—. Ignora a esta niña y come, Gracia. No comiste mucho en la cena, así que debes tener hambre.Abrí la boca para decirle que no tenía hambre, pero no esperó mi respuesta y comenzó a llenar mi plato con comida; tocino, huevos, tostadas, croissants...—No sé qué te gusta, así que deberías probar de todo. —Declaró Carmen, con cariño.—Puedo comer cualquier cosa. Gracias. —Murmuré, tomando el tenedor.Bajo las miradas escrutadoras de Carmen y Ana, podría empezar a ahogarme con mi propia respiración en lugar de comer.Torpemente, tomé un bocado del huevo y le sonreí a ambas mujeres. Ellas me devolvieron la sonrisa, negándose a apartar la vista.—¿Cómo esperan que coma cuando la están acechando así? ¿Quieren que se ahogue? —La voz de Tristán resonó en el comedor, provocándome un ataque de tos.¿Cómo sabía siemp
Leer más