El rugido constante de los motores del jet privado llenaba el silencio como una melodía lejana, casi relajante. La cabina estaba iluminada con una luz cálida y tenue, suave como un susurro. Las cortinas estaban corridas, y más allá del cristal, la oscuridad del cielo parecía envolverlo todo.Sofía estaba sentada cerca de la ventana, envuelta en una manta que aún conservaba el aroma de Naven: madera, especias, un toque de su piel. Ares dormía a su lado, mientras que Doki, inquieto, descansaba a sus pies.Entonces escuchó pasos.Lentos. Cargados de algo más que cansancio.Naven apareció en la zona de descanso con la camisa ligeramente abierta, la mirada fija en ella. Tenía la expresión de un hombre que acababa de cruzar el infierno… y sobrevivido solo para volver a mirarla.Sofía parpadeó, conteniendo el aire. No supo si era la altura, el silencio o simplemente ese modo en que Naven la miraba, pero el corazón le dio un vuelco.—¿Puedo? —preguntó él con voz baja, apuntando al asiento vac
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