Cinco años despuésTodo el jardín estaba decorado con tonos cremosos, rosas pasteles y dorados. Globos, guirnaldas y coronas diminutas adornaban el lugar. Cupcakes con formas de mariposas y pequeños osos reposaban sobre las mesas, y la pérgola, esa misma pérgola donde nos habíamos casado, estaba ahora vestida con telas vaporosas y flores frescas para la ocasión. Hoy celebrábamos el tercer cumpleaños de nuestra hija Heidi.Mi pequeña pelirroja, de ojos azul claro como los de su padre, estaba sentada sobre una mantita en la pérgola, rodeada de peluches, risas y juegos. Era una niña energética, dulce y caprichosa, con carácter fuerte, tan apegada a Leo que el mundo entero desaparecía cuando él le hablaba. Su sonrisa iluminaba todo a su alrededor, y sus manitas abrazaban con fuerza cualquier regalo que recibía. Leo la mimaba sin medida, la alzaba en brazos como pieza de cristal, le compraba todo lo que pedía y se derretía con sus pucheros. Era su princesa, su adoración.Alaric, nuestro pr
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