Gracia caminó dos pasos hacia su hermana, quedando frente a ella, mirándola fijamente a los ojos, y le sonrió con sorna.—¿Tú, Lauren, pidiéndome ayuda? —se burló, con un tono que atravesaba como cuchillo—. Después de todo lo que me hiciste… No hay ninguna ayuda para ustedes dos. Pinches viejas, ¡Ahora lárguense!Las palabras fueron peor que una bofetada. Lauren quedó inmóvil, tragando el nudo de la humillación. Su orgullo rugía por dentro, pero debía contenerse. La única forma de llegar a la compañía era fingiendo, así que, sin importarle lo ridículo que pudiera parecer, se lanzó de rodillas frente a Gracia. Su llanto resonó falso al principio, pero pronto se convirtió en un espectáculo convincente.—¡¿Qué haces?! —María la miraba atónita.—Déjame, mamá. —Lauren le gritó, cubriéndose el rostro con las manos—. Déjame porque sé muy bien que herimos a Gracia. Sé que merecemos su desprecio, pero eres lo único que tenemos. Hermana, por favor, ayúdanos.Gracia abrió los ojos sorprendida.—
Leer más