Florencia – Amanecer en Villa Leone.El sol apenas asomaba en el horizonte, tiñendo las cortinas de la habitación principal con tonos dorados y cálidos. El silencio era espeso, roto únicamente por la respiración acompasada de Arianna y Greco. Ella dormía acurrucada contra su pecho, como si su cuerpo buscara refugio entre los músculos marcados de él. La sábana, desordenada, apenas los cubría.Greco abrió los ojos lentamente. Acarició el cabello de Arianna, dejando que sus dedos se hundieran en su melena suave. Ella, aún medio dormida, se estiró felinamente y lo miró con una sonrisa perezosa.—Buenos días, león —murmuró, su voz ronca por el sueño y la pasión reciente.—Buenos días, mia regina —le respondió con un murmullo grave, cargado de deseo contenido.Greco deslizó su mano por la espalda desnuda de Arianna hasta la curva de su cintura, haciéndola estremecer. Luego, con un movimiento lento, tiró de la bata de seda que ella apenas llevaba puesta y la dejó caer a un lado de la cama.—
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