La fiesta estaba en su mejor momento, como todas llenas de conversaciones falsas y sonrisas forzadas. Las luces elegantes, copas de vino espumoso, vestidos de gala y trajes hechos a medida era lo que se veia por todos lados. Pero entre todo ese brillo, Isabella sabía que lo que realmente se celebraba no era ciencia ni innovación, se celebraba el poder. Y el poder siempre venía con sangre invisible.Desde un rincón del salón, Isabella observaba a Celeste. Su caminar confiado, sus carcajadas estudiadas, la forma en que lanzaba miradas de superioridad a todos los presentes.La mujer creía haber ganado. Creía que Alex dudaba de Isabella y por consiguiente, pensaba que tenía toda la ventaja. Creía que podía moverse sin ser vista, que ya había ganado… Que podía moverse sin ser vista.—¿Está todo listo? —susurró Isabella al micrófono oculto bajo su collar de perlas.—Listo —respondió Dani desde su terminal, en una camioneta negra estacionada fuera del edificio—. Pero insisto, Isa… si activam
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