El sol se filtraba por las cortinas blancas del penthouse de Isabella, proyectando sombras suaves sobre la alfombra. Isabella, aún se encontraba descalza y con una taza de café entre las manos, mientras contemplaba el horizonte desde la terraza. Por primera vez en semanas, su mente no estaba en Maurice, ni en Delphi, ni siquiera en la empresa.
Estaba en Alex.
—Buenos días, ejecutiva peligrosa —susurró él a su espalda, rodeándola por la cintura.
—Buenos días, CEO consentido —respondió ella, sonriendo.
Desde que decidieron dejar atrás el pasado y enfocarse en su empresa —y en ellos—, todo había cambiado. Su química era la misma, pero ahora había una complicidad más profunda. Habían sobrevivido al caos por lo que se merecían una tregua.
Y la excusa perfecta llegó con la aprobación oficial del nuevo medicamento. Faltaban solo unos días para el gran lanzamiento.
—Tenemos unos días antes del evento —dijo Alex esa mañana—. Necesito unas vacaciones o al menos una pausa.
—¿Y qué propones?
Él s