Andrey sostuvo la mirada de Luna un largo instante. Era como si algo invisible se quebrara dentro de él, como si por fin aceptara que ya no había retorno.Que la verdad no podía permanecer enterrada por más tiempo.—Los Nefilines —susurró Andrey, como si el solo pronunciar ese nombre invocara oscuridad.Luna se quedó en silencio. El aire a su alrededor pareció enfriarse de golpe. No comprendía del todo lo que él decía, pero su mirada… su mirada no mentía. Andrey parecía quebrado por dentro y no de tristeza, sino de siglos enteros soportando algo que, hasta hoy, le había ocultado.—Quiero que me escuches —dijo él, incorporándose con lentitud, como si su cuerpo estuviera desgastado por fuerzas invisibles—. Pero debes hacerlo sin interrupciones, porque lo que te voy a decir… no puedes contárselo a nadie… Nunca.Luna asintió, sin aliento.—Mi nombre verdadero sí es Andrey… pero es Andrey Elathar… —hizo una pausa, como si aquella palabra quemara su lengua—. Hijo de Elathar, el último Eliou

La luz del amanecer filtraba un tono dorado tenue a través de los ventanales y todo parecía suspendido en una calma irreal. No había sonido, solo el leve ritmo de una respiración profunda, mientras Andrey abrió los ojos.Por un instante, pensó que seguía soñando. El cuerpo le pesaba, pero no como antes, no por el cansancio, ni por el desgaste. Esto era otra cosa… era paz.Andrey estaba esperando el cansancio, el dolor, la fatiga que conocía demasiado bien tras todas estas semanas de lucha, pero esta vez… no había nada de eso.Parpadeó, sorprendido. Su respiración era tranquila, su pecho no dolía, y sus músculos no estaban rotos. Al contrario, sentía una fuerza recorriéndolo, una energía pura, vibrante, como si el mundo entero le hubiera cedido un nuevo poder durante la noche.Giró lentamente el rostro y la vio. Luna dormía a su lado, desnuda, envuelta apenas en una sábana blanca que revelaba parte de su espalda. Su cabello estaba enredado, y su piel era muy brillante… y esa quietud, e