Su sonrisa se tensó, apareció la sombra de un tic en su mandíbula. Un movimiento casi imperceptible, pero suficiente para saber que mi golpe había llegado.Alexander Crane adoraba jugar. Lo que nunca aprendió es que, conmigo, siempre terminaba perdiendo.Sin más, seguí mi camino. No valía la pena perder mi valioso tiempo con alguien como él. Lo único que quería era llegar a mi casa y olvidar el mal rato. …Cuando crucé la puerta me encontré con su mirada, olvidaba ese insignificante detalle. La miré fríamente, ni siquiera en casa podía tener tranquilidad. Ella bajó la mirada, yo seguí a mi habitación. A la hora de la cena bajé al comedor, miré detenidamente con curiosidad la mesa, arqueé una ceja. Probé el primer bocado, estaba en su punto. Carmencita no había cocinado estaba seguro. Levanté la mirada y ahí estaba esa cosa como una estatua, la única diferencia es que ella respiraba. Una pequeña sonrisa fugaz se me escapó de los labios cuando pase junto a ella, luego sacudí la cabeza
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