El aire en el bunker del Centro Médico Andrews era estéril y frío, filtrado hasta el último microorganismo, custodiado por capas de acero, hormigón y docenas de ojos armados.Anastasia había sido trasladada allí con la máxima discreción, su nueva ubicación un secreto conocido solo por un puñado de personas, pero ni las paredes de plomo ni las bayonetas relucientes podían ocultar la verdad: la presencia de Rebecca Thorne, incluso encarcelada, seguía siendo una sombra ominosa.Nathaniel, consumido por la ira y la desesperación, había ordenado una seguridad sin precedentes. Anastasia fue movida de hospital en hospital, de instalación militar en instalación ultrasecreta, cada traslado un ejercicio de paranoia y logística militar. La idea era hacerla un fantasma, inalcanzable, pero cada vez la Resistencia demostraba que era un paso más rápido, un paso más astuto, y que Nathaniel, ni con todo su poder, los tendría.Una mañana, mientras Vance se preparaba para otra brutal reunión con su equi
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