••Narra Frederick•• Esperé, esperé y esperé. Pero la testada lista que le pedí a Arturo no llegaba. La incertidumbre me estaba asfixiando al punto de no dejarme dormir. Charlotte estaba acostada junto a mi, de costado, con sus mechones rubios cayendo sobre su rostro. Sus labios estaban entreabiertos y su pecho subía y bajaba a un ritmo pausado, relajante. Se veía tan hermosa, como siempre. Y ese pequeño bulto en su vientre que se marcaba debajo del camisón, la hacía mucho más hermosa. Me gustaba verla siempre así; tranquila, sin preocupaciones, simplemente disfrutando. Mis ojos fueron al celular que se encontraba sobre la mesita de noche. Su celular. Debió ser una llamada por equivocación, un vendedor de promociones, cualquier cosa, porque Charlotte no tenía nada que ocultarme. Pero por más que me decía esas palabras una y otra vez, no surtía el efecto esperado. Procurando hacer el menor ruido posible, me levanté, rodeando la cama hasta estar frente a la mesita de noche. Si
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