••Narrado por Charlotte •• El sol de la mañana se filtraba por las cortinas rasgadas de la habitación. No reconocí la pequeña cama ni los cobertores de colores. Cenizas estaba acurrucado en mi costado, con los ojos cerrados y la boca abierta. Parpadeé varias veces, olvidando por un segundo el lugar donde estaba. El recuerdo de mi escape, la persecución, la ayuda sorpresa de un desconocido; todo llegó a mi mente de golpe. El dolor que sentía en mis músculos era la confirmación que necesitaba para saber que esto no era un sueño. En verdad había escapado de Frederick, lo había dejado en el parque, con aquel gesto iracundo. Tenía la esperanza de que se olvidará de mí y consiguiera un juguete nuevo, pero algo que he aprendido de mi exesposo, es que no es un hombre que perdona. Con cuidado, me senté en la cama, sintiendo como mis músculos crujían ante el más mínimo movimiento. La espalda, los brazos, el abdomen, las piernas. Todo era una tortura. Apenas y podía respirar sin sufrir.
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