Hesy no dudó. Si se detenía, todo se perdería. Escaló un pequeño promontorio rocoso, sintiendo el filo de una flecha rozar su túnica. Cayó al otro lado, rodando para amortiguar el golpe, y se levantó de un salto, el corazón latiéndole furiosamente.—¡Lo tenemos! —gritó una voz, demasiado cerca.Hesy vio la luz de una antorcha acercarse. No podía volver a la tumba de su mentor. Imposible. La entrada estaría vigilada ahora. Los papiros de Huni… estaban perdidos, al menos por ahora. Un frío amargo lo invadió. Había fallado. La verdad seguiría enterrada, y la justicia, negada.Logró escabullirse por una estrecha grieta entre dos grandes monumentos, un paso que los voluminosos espías no pudieron seguir. Escuchó sus gruñidos de frustración. Por un momento, estuvo a salvo, el silencio volviendo a rodearlo, pesado y desolador.Hesy se apoyó contra la piedra fría, jadeando. La adrenalina se disipaba, dejando un vacío helado. Los rollos… Huni, Bek, Menna… todo en vano. La derrota le pesaba más
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