Nuevamente se me hizo imposible ignorar la satisfacción que recorría mis entrañas y al arquearme, para permitirle que pudiera acariciarme, le advertí que su castigo dejaba de ser efectivo, por lo que se incorporó, escondiendo el rostro bajo mi cuello.—No te detengas— me ordenó ahogado.Él anhelaba que prosiguiera con mi danza, pero ya estaba cansada de ser utilizada y traté de alejarme, de abandonar ese lecho que compartíamos y sus brazos me aferraron. La opresión fue dolorosa y probablemente los moretones me recordarían constantemente la rabia del hombre, que se negaba a liberarme.No conseguí aquietar los latidos desesperados de mi corazón y un gemido indefenso, escapó para colmar los oídos del rey, que me derribó, dejándome de espaldas al lecho. Con las manos alzó mis piernas, volviendo a invadirme y al ver como se mordía los labios, tuve la certeza de que también se le hacía imposible contenerse.Extrañaba sus besos, las caricias, el contacto suave de su piel contra la mía, mas
Ler mais