Tal vez entre algunas personas existía la confianza, pero Miranda sentía que, entre ella y Guillermo, eso simplemente no había.De pie junto a la mesa del comedor, lo observaba comer sin ninguna prisa, con la mente ocupada por completo con aquel "acepto" que él había pronunciado antes de que hicieran el amor.“¿Aceptas el soborno? Una vez que aceptes, no puedes volver a mencionar lo del baño de hombres, ¿entendido?”“Acepto”.—¡Zas! ¡Zas! ¡Zas!—Primero se había salido con la suya y luego, para colmo, se burlaba de ella en su propia cara. Definitivamente, un esposo modelo, de esos abnegados y sencillos que inspiraban a toda una nación.Y ver a ese marido disfrutar con tanta naturalidad del fruto de su "esfuerzo" bajo su mirada era, sencillamente, enternecedor.Después de verlo comer un rato, Miranda cerró los ojos. Estaba tan indignada que sentía que podría ahorrarse el desayuno, la comida y la cena del día siguiente.Sin decir una palabra, corrió de vuelta a su cuarto, echó el cerroj
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